miércoles, 1 de febrero de 2017

Mi primer día en Hospital de Oncología



Llegamos a Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde hay diferentes hospitales:  el de Cardiología, el de Pediatría, el de Especialidades, un Banco de Sangre y... el Hospital de Oncología- "Onco" para los "Cuates" o los que somos "visitantes regulares", es decir, hacemos visitas constantes. 


Es un complejo de Hospitales bien cuidado, incluso tiene un centro de convenciones para eventos importantes. Tiene jardineras; módulos donde venden jugos, fruta, dulces, sandwich, café, y cualquier alimento que pueda ser tu comida del día; también un Restaurante, una sucursal bancaria, una pequeña explanada donde podía ver exposiciones, grupos de música, clases de pintura, y un pasillo largo que conecta cada Hospital.

Un pasillo largo. Un pasillo que ve ir y venir cientos de personas, cada una en su mundo. Pacientes, adultos y niños. Familiares sentados bajo el Sol, esperando que éste les de el consuelo y cobijo.

Mientras caminas por aquel pasillo puedes observar a las personas con una mirada especial. Fija. Casi puedes observar sus pensamientos.... exacto, Observar.

Los pensamientos se vuelven visibles.


El tiempo deja de existir, mientras esperas, mientras decides quedarte quieta en alguna banca de ese pasillo, mientras algún familiar pasa a recogerte, mientras tomas un jugo después de un análisis de sangre, mientras vuelves a taparte después de tomarte tus radiografías, mientras digieres lo que acabas de escuchar en consulta, mientras se pasan las náuseas, mientras recuperas aliento, mientras sientes cada suspiro, cada pensamiento silencioso, cada reflexión sobre ti.... Mientras pasa la vida, Tu vida.


Llegamos a la entrada del Hospital de Oncología. 
Unos oficiales nos piden mi carnet para corroborar que soy paciente.

Entramos, mi mirada inmediatamente se detuvo: Mariposas.

Mariposas coloridas con los rayos del Sol expandiendo su color y cubriendo el primer piso... ¡Cuántos rayos coloridos! 
Con esta bienvenida... ¿Qué podía ocurrir?, No podría ser tan malo, o ¿Sí?

Mi mamá se dirigió hacia "Archivo", ese lugar que parece la conciencia del Hospital, donde cada nombre de cada paciente que ha estado en ése Hospital está ahí.

Pilas y estantes de folders amarillos. Las personas que son guardianes de cada expediente usaban batas café. 
¡Bárbaros!

Teniendo un resplandor tan colorido, ¿tenían que usar bata café?, ¿Quién eligió esas batas? .... Seguramente alguien que no había alzado la mirada, alguien que no hizo esa entrada y que no fue recibido con tan resplandeciente luz.

- Rocio, vamos abajo a Preconsulta- dijo mi mamá después de haber entregado la Hoja que nos dieron en el Hospital de Ortopedia.

Los hospitales suelen ser románticos, se mandan cartitas. Y nosotros somos como cupidos o palomas mensajeras llevando y entregando esas cartas. Viendo las reacciones de quienes la leen, escuchando sus opiniones sobre esas cartas y finalmente tomando decisiones después de leer esas cartas.

"Preconsulta". 
Ya había pasado por varias preconsultas. La primera con el médico familiar de mi clínica local, la segunda con el ortopedista de mi clínica local, la tercera con los especialistas de Ortopedia, y ahora esta "Preconsulta".

Y a todo esto, ¿Cómo sabía mi mamá a dónde ir?
Mientras yo observaba aquel Hospital que sería mi hogar por un tiempo, Ella me despertaba con sus indicaciones tan seguras.

Vamos a Preconsulta.
Bajamos las escaleras y el entorno se transformó.

¿Dónde estaban los destellos coloridos? ¿Por qué huele a medicina? ¿Por qué tantas camillas yendo y viniendo? ¿Por qué las personas tienen rostros tan tristes y preocupados? ¿Por qué hay gente llorando? ¿Por qué hay muchas bancas y todas ocupadas? ¿Por qué hay personas caminando de un lado a otro? ¿Por qué hay un ensordecedor silencio?

¿Por qué me miran con ese aire de sentencia?

Durante mi vida las personas siempre me han mirado, no soy tan normal. A los 10 años medía 1.50m, mi complexión siempre ha sido muy delgada. De hecho las personas siempre piensan que tengo Anorexia. ¡Madre mía! 

Pero esta mirada en Preconsulta es diferente. No veían mi estatura, no veían mi complexión, me veían a los ojos. Una mirada diferente, una mirada que te acompaña, que te advierte de algo, que sin conocerte te dice "Estoy contigo, estamos en el mismo lugar"... Y entonces, veo sus sonrisas amigables de bienvenida con una mirada lamentando mi llegada.

La misma mirada que ahora tengo cuando veo llegar a un "Nuevo".

Mi mamá siempre iba adelante, siempre sabía a dónde ir, siempre sabía qué hacer, siempre serena.
O eso siempre pensé.

Nos dirigimos con la asistente para indicarle nuestro motivo de asistencia. ¿Cuántas veces no ha de escuchar lo mismo? Seguro con cada paciente, aunque es la misma información seguro lo vive diferente.

Nos indicó esperar el llamado de alguno de los 4 consultorios mientras me entregaba un nuevo carnet. Uno color gris o beige, algo como un "gris viejo"... otra vez, ¿Qué ocurre con los colores?

Esperamos, esperamos y esperamos. 
Hasta que llamaron por mi nombre, mi mamá se levantó muy rápido y con movimientos acelerados recogió su bolsa, la bolsa con radiografías y caminó hacia el consultorio, después pareció acordarse de mí y se volvió para hacerme señas y gestos.

Entramos al consultorio, el médico comenzó un interrogatorio.
Es increíble todas las cosas que ocurren en tu vida y que en ese momento son como piezas claves que ellos van uniendo para armar un Historial médico.

Pero después, esas piezas claves tienden a convertirse en culpas (Después comprendes que la culpa no es la respuesta). 
-¿Te golpeaste?- No.
-¿Te duele?- No.
-¿Tienes alguna enfermedad?- Si.
-¿Cuál?- Cáncer.

¡Vaya! amaba cuando me hacían ésta última pregunta. Era tan... especial.
Era esa pregunta que te dejaba reír de tu diagnóstico, la obviedad de la respuesta y la incomodidad del médico al escuchar tu respuesta.

-Me refiero a alguna enfermedad como diabetes, presión arterial alta, lupus, problemas cardíacos... (y bla bla bla... en este punto demostraban una amplia gama de enfermedades que parecían comunes en otros pacientes)- No, fuera del cáncer estoy sana.

Nuevamente, un momento agradable, y ¡muy gracioso!
Mi mamá me miraba como si deseara que dejara de responder así, pero al mismo tiempo mostraba una sonrisa. Supongo que Ella opinaba igual que yo, pero por su rol de mamá tenía la tarea de reprender mi sarcasmo.

Después observaron mis radiografías, hicieron más preguntas sobre antecedentes de cáncer en mi familia, sobre mi desarrollo desde el nacimiento. Y lo más importante, sobre el tumor. Aquí me di cuenta que esa protuberancia en mi pierna había estado desde aproximadamente 5 años. Y además había tenido algunos síntomas como el sangrar por la nariz, en realidad creía que sangrar por la nariz se debía a las temporadas calurosas. 

Fue una larga entrevista. Entendí por qué era la larga espera.

Tratar de rastrear el cáncer es similar a un confesionario... buscando aquel "pecado" que provocó el cáncer, aquel factor detonante que estuviera presente durante toda mi vida e incluso antes de mi vida, buscando alguna causa del cáncer.

Lo cierto es que jamás tuve una explicación causa-efecto. La respuesta a mi pregunta sobre la causa fue "Porque así fue. Te tocó"... Vaya, y saber que fuera del consultorio la gente suele decir que fueron mis resentimientos.

¿Acaso  fue dañino molestarme porque una niña me quitó mi juguete?
¿Fue malo dejar de hablarle a una compañera de clase porque me hacía bullying? ¡Caray! Tengo 18 años, ¡qué cantidad de resentimientos pude acumular! O, ¡qué niños tan resentidos!... Uff, para tener cáncer a los 3 años supongo que debieron tener excesivos resentimientos ¿No?

Sin duda, pensar en el por qué o en la causa nos quita mucho tiempo. Aunque, para ser sincera llegué a pensar que habría sido mejor tener ese tumor en mi pierna por alguna actividad que yo elegí realizar. Al menos estaría asumiendo mi responsabilidad por lastimar mi pierna mientras realizaba una actividad que disfrutaba, y no por un juego de ruleta rusa de la vida: "Te tocó"

Enseguida nos dirigimos al área de Oncomédica. Del lado opuesto al área de Preconsulta. Al menos había jardineras y luz. ¡Oh sí! Una sensación revitalizante. Oncomédica es un lugar frío, silencioso, con algunos consultorios y una puerta de vidrio pesado al final del pasillo, misteriosa esa entrada. No sé a dónde llevaría esa entrada tan fría. Había largas bancas color guinda y otras color blanco pero duras. Las personas que esperaban tenían rostros serios, la mirada fija, algunas personas durmiendo y otras leyendo, otras tejiendo y algunas platicando muy bajito. 

Las personas que elegían sentarse en las bancas donde recibían más luz y estaban junto a las jardineras parecían más relajadas o al menos con un semblante más alegre.

Después entendí por qué la mayoría elegía el peor lugar para sentarse. Entendí que no siempre era cuestión de elección. Prácticamente existe una especie de anatomía ambiental.

Las personas que están sentadas en las bancas más incómodas y donde casi no llega la luz son aquellas que están esperando escuchar su nombre para entrar al consultorio. Si no lo escuchan entonces llamarán al siguiente paciente y tendrán que esperar más tiempo.

Las personas que están sentadas en ese grupo de bancas incómodas pero más alejadas de los consultorios son pacientes en espera del llamado para cruzar esa puerta misteriosa, generalmente los acompañantes de aquellas personas están de pie y cuando ven salir a la enfermera o enfermero de esa puerta misteriosa se acercan rápidamente para escuchar el nombre de su paciente.
Normalmente se observan nerviosos, de brazos cruzados o manos en los bolsillos. Y, quien tiene más tiempo de antigüedad, sólo levanta la mirada y presta mayor atención.

Así distingues a los novatos y a los antiguos. 
Pronto sería una novata con experiencia.

Las  personas que están en las bancas cómodas, con luz y jardineras son pacientes que esperan su llamado mientras comen, duermen o platican con otros pacientes compartiendo su experiencia o comparando sus casos, y sus acompañantes son quienes desarrollan habilidad para  calcular el tiempo en que serán llamados y programan sus sentidos para el momento justo.

Pronto mi mamá desarrollaría ésta habilidad.
Pronto conocerías esos extraños horarios que ahora nos hacen expertas.

Mi primer día en Onco.
No sabía de esperanzas, no sabía lo que pasaría. 
Sí sabía que no era la única, a pesar de sentirme la más joven entre los pacientes, sabía que finalmente estábamos en el mismo lugar, en el mismo Barco como decía mi mamá.

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