martes, 28 de febrero de 2017

Hace 8 años Caminé...Hoy Remé.

Segundo lugar nacional de Remo bajo techo
Ocho años después de la cirugía.





26 de Febrero.- Cumplí 8 años de aprender a caminar por segunda ocasión, o quizás tercera.

VIDEO: Primeros pasos después de la cirugía

Mi mamá me contó la anécdota de mis primeros pasos. Recuerda que yo tenía aproximadamente 10 meses de edad cuando comencé a dar mis primeros pasos. 


Tenía una andadera para bebés, esas andaderas con llantitas en la base. Como ya he mencionado en otras entradas del Blog, siempre fui alta... entonces, como han de imaginar, esa andadera para bebés me quedaba chica. Éste fue el motivo por el que decidí dejar la andadera.


Así es, me acercaba a un sillón de la sala, colocaba mis bracitos sobre el  asiento, me impulsaba hacia arriba y con los pies pateaba la andadera. Cuando la  andadera quedaba retirada emprendía mi descenso para poner mis pies sobre el suelo y apoyada con el sillón dí mis primeros pasos firmes... 


Mi mamá me platica que así comenzaron mis primeros pasos, apoyándome y recorriendo las orillas de cada mueble de la casa, poco a poco. Pero un día me caí y ya no quise continuar mi marcha de pequeños pasos.


Pasaron aproximadamente 3 meses para que continuara con mis pequeñitas caminatas, pero las más importantes para el ser humano por una razón: Aprender a moverse.


No importa si hemos nacido sin un  pie o ambos, sin una pierna  o ambas, sin sensibilidad en nuestras piernas. Pese a ello, el ser humano tiene éste instinto de moverse. Y ése instinto es lo que llevaremos cada momento de nuestra vida.

Movernos.

Cuando nos quedamos quietos podemos tomarlo como una oportunidad  para meditar  sobre nosotros mismos, para mirar a nuestro alrededor y prestar atención a los detalles que en ruido y movimiento lo dejamos a nuestro inconsciente.


Pero no todo el tiempo permaneceremos quietos, estos momentos de quietud llegan de vez en cuando y en ocasiones nosotros mismos buscamos esos momentos porque lo necesitamos. 


Y, cuando esos momentos de quietud  son largos pueden tener un aroma de eternidad, podemos estar en cama sin poder levantarnos, y es cuando necesitamos entender que nuestro cuerpo requiere reposo .
***Traducción de Reposo: Tiempo que le regalamos al cuerpo para recuperarse, para cuidarlo, apapacharlo, escucharlo... Quererlo.

A través de diferentes testimonios de personas que han afrontado el cáncer, hemos escuchado que aprendieron a valorar los detalles de la vida. 


Y así es, esos detalles que algunas personas no prestaban atención y otras más que los dejamos en el pasado o en segundo término. Detalles...El amor y apreciación a detalles como el canto de un ave, como escuchar el sonido del viento y colocarnos entre él para sentir su oleada en nuestra cara, los diálogos entre las ramas de un árbol, el ruido del agua corriendo en un río, los movimientos suaves de las nubes, el color de cada flor que vemos en nuestro camino, el aroma de un fruta recién cortada del árbol, contemplar un paisaje desde las alturas... aprendemos a disfrutar de las risas de pequeñas nenitas que danzan por la casa dejando a su paso las huellas de su presencia, observamos las risas espontáneas de las personas que amamos, grabamos en nuestra memoria sus gestos, sus líneas de expresión alrededor de sus miradas, el tiempo pasa lento y suave cuando acarician tu cabeza... momentos quietos y silenciosos donde vemos la vida pasar.


Y no, ver la vida pasar no significa que te estás perdiendo de tu vida, esa vida que sin cáncer estarías viviendo, esa vida que tus contemporáneos están viviendo. Absolutamente NO te estás perdiendo de tu vida, la estás viviendo.


En esa quietud, en esos momentos sin movimiento lo estás viviendo, y cada lucecita la llevarás contigo en los próximos alientos de tu vida.
***Para recordar, "Lucecitas" son esos aprendizajes que cambian nuestra manera de ver, pensar, sentir, comprender. 

Pero, ¿Qué pasa cuando volvemos al movimiento?

Ocho años después de mi tercera caminata en la vida he vuelto a lo que me gusta. Y eso es el movimiento, la explosión en tu cuerpo para realizar movimientos y transformar tu energía e impulsos inquietos en acciones: Eso es el deporte.


Y no hablo de volleyball, me quedó muy claro que no puedo jugar volleyball. 
Ok...Admito que aún tengo mi balón y en algunas ocasiones he jugado con mi balón, ¡claro! sin saltar ni correr.

Ok... acepto que mi pierna no biónica acciona un ligero salto, pero nada que pueda lastimar la otra pierna, la  pierna biónica.

Pero por ahora me refiero a Remo. 

Ocho años después y los celebré en mi segunda competencia Nacional en Remo Bajo Techo.

Desde hace 7 meses estuve parcialmente quieta. Dejé de practicar Remo, mi vida volvió a cambiar. De pronto me encontré en un momento donde mi vida comenzó a perder. Y cuando digo perder no me refiero a rendirme, aunque tengo el derecho de hacerlo, tampoco me refiero al hecho de hundirme y dejar de "Luchar", no me gusta utilizar ésta palabra por ello la coloco entre comillas...
Cuando hablo de perder me refiero justo y sencillamente a eso: perder.

Elementos de mi vida se desvanecieron, se fueron, cada área de mi vida se desvaneció... y entonces, cuando la vida me sobrepasó dejé de remar.

Y hoy, con dos meses de entrenamiento en casa y algunos días de remar en ergo, decidí competir. Decidí que era momento de hacerlo, aún vacía...aún con ausencias, aún doliente, incluso con una sensación de soledad.

Durante la competencia no veía los rostros que esperaba ver.

Calentamos, previo a esos minutos de adrenalina, de dar todo por el todo, de expulsar cada densidad de quietud. Esos minutos previos para preparar tu cuerpo, afinar los detalles adecuados de mi rodillera la cual protegería mi pierna de alguna otra lesión, y por último preparar tu mente. Calentamos.

Y entonces la Juez se acercó, preguntó mi nombre y  me indicó que era momento de  pasar a mi lugar de competencia.

Me puse de  pie, caminé hacia mi posición.
Carril número 8.

Tomé asiento, y comencé a observar... a mi izquierda, a unos cuantos metros estaba una juez, un grupo de jóvenes que habían competido justo antes de mi turno, otro grupo de chicas quienes hace unos minutos habían subido al podium de premiación.

Al fondo estaba la pantalla donde se visualizan digitalmente las posiciones de cada competidor, en ella podías ver los carriles de competencia y sus respectivos barquitos que van avanzado conforme vamos remando.

Al frente estaba una mesa con hojas blancas,  con el programa del evento supongo,  una laptop y el narrador... 

Detrás del narrador estaban las gradas donde los acompañantes de los competidores animaban, gritaban, sonreían orgullosos, vivían la emoción expulsando gritos y algunos exaltaban sus miradas intercalándolas entre la pantalla y sus competidores.

Y detrás de cada competidor una silla, una silla en la que tomaba asiento una persona. Una persona que vería tu avance, tus remadas, tus tiempos, una persona que durante esos breves minutos sería tu guía.

El detalle fue que en las  gradas no veía ningún rostro conocido, y dentrás de mí la silla estaba vacía.

De pronto sentí un vacío, algo caía dentro de mí, de mi pecho a mi estómago.
Mientras el momento se acercaba.

Estaba en posición para iniciar la competencia. Mis pies estaban en su posición, bien atados por supuesto. Mi cuerpo un poco tenso y nervioso, mi mente indicándome respirar suave y despacio. Pero el vacío estaba ahí.

Entonces, la entrenadora envió a un chico a esa silla vacía. Pese a que él tomó  asiento se sentía vacía. Frente a mi otro chico que también me guiaría, también desconocido.

Y el vacío seguía ahí... y entonces comenzó. Las tres palabras que elevan tu adrenalina como si estuvieras subiendo una montaña rusa...cuando el carrito comienza a disminuir su velocidad estando en el punto máximo de altura... moviéndose despacio y preparándose para caer... caer a toda velocidad.



- Ready?
- Attention...
- Go!

¡Go!
Y entonces remé.




Fue eterno, escuché a lo lejos al narrador:

- ¡Primeros 100 metros!

¡No!
¿100 metros? me faltaban 400 metros... ¿Y apenas había avanzado 100 metros?

Continué remando, pero las fuerzas comenzaron a escasear... y las ausencias comenzaron a hacerse presentes.

Exacto, las personas ausentes estaban en casa, estaban de paseo, estaban de fiesta con amigos, estaban en casa cuidando a una hermana, estaban con su familia, estaban con su hijo, y otras cuatro personas ausentes. Cuatro personas que su ausencia duele.

Y aún ausentes, presentes  en sus destinos pero ausentes en el mio... comenzaron a estar presentes en mi mente. Quizás un poco molesta porque yo estaba sola con dos desconocidos frente a mi  y detrás de mi, uno me guiaba y otro en silencio... escuchaba los gritos de ambos grupos a mi izquierda, los gritos de las personas en las gradas, los gritos de la entrenadora animando a cada competidor, los gritos de las personas en la silla, las exclamaciones del narrador... Ninguno de esos gritos eran de las personas ausentes.

Y entonces ese vacío que sentí dentro de mi comenzó a salir, mi cuerpo ya no podía más... quería dejar la competencia, pero esos vacíos gritaban. Salían en forma de gritos. Y entonces el  vacío se  extinguió, entonces sentí que podía remar y remar  hasta terminar y que aquellas personas presentes en su sitio donde debían estar podían estar en mi mente. Ahí estaban, no escuché sus gritos ni tampoco vi sus rostros, pero estaban.

- ¡Carril 8 y carril 9 pelean por el segundo lugar!- gritaba el narrador.

¡Demonios! Alguno de esos carriles soy yo, pero no puedo pensar cuál soy yo... no me interesa en qué lugar estoy. Sólo quiero terminar. Sólo quiero que acabe pronto, quiero terminar sin abandonar.

Quiero hacerlo hoy, hoy que puedo, quiero y siento.
Hoy que existe y no un mañana que se desvanece.

Y entonces, entre gritos y exclamaciones, y una remada más, terminé.
Un centésima después el carril 9 terminó.


Y yo, carril 8 ¡Con una centésima de diferencia! terminé en segundo lugar.
Mi pierna, aún con mi rodillera estaba cansada o quizás mi cuerpo estaba cansado.


Quería   desatar mi pie y bajarla, debía continuar en movimiento y disminuirlo poco a poco para evitar cualquier  descompensación. Pero me quedé quieta.

Respirando aun con velocidad, sin pausas largas, con mis hombros y brazos caídos... sin vacío, sin escuchar esa voz o sin ver esos rostros conocidos compartiendo mi emoción.



De pronto mi entrenadora se acercó, me vió quieta, me rodeó con sus brazos y me apoyó en ella para reincorporarme y recuperar aliento... Y entonces sentí y vi un rostro conocido, escuché una felicitación... y si, lloré.




Un llanto de satisfacción, un llanto liberador, lágrimas que terminaban de expulsar el último aliento de vacío.

La calma llegó, la respiración se normalizó, y mi mente se calmó.

Las ausencias dejaron de doler, las  personas ausentes estaban en su destino y al finalizar el día compartiría mi destino vivido.

VIDEO: Competencia Remo Bajo Techo 2017

Llegué a casa, hubo silencios.

Al día siguiente, con el equilibrio necesario entre nosotros, compartí mis videos y fotos del evento...un recuerdo que puedes revivir una y otra vez, un recuerdo donde puedes detener el tiempo, puedes regresar al momento que deseas... puedes hacerlos presentes en tu destino.


Y así fue.
Compartimos nuestra emoción y sentir. Vimos cada detalle, deteniendo y regresando el tiempo... disfrutando de  un hecho pasado viéndolo en un presente.

Medalla de Segundo Lugar.


REMEPAC
Mi equipo
Y así comprendí que nuestros momentos, nuestras historias las vivimos como son, y en algún momento cercano o lejano se convertirán en un "Pasado presente" tal como una estrella. Contemplamos su brillo aún en su ausencia.

¿Han escuchado que las estrellas, en realidad, han muerto hace millones de años?

Pero aún vemos su brillo, ¿No?
Las estrellas, aunque estén ausentes... su brillo sigue en nuestro presente.
Cada que miramos al cielo en cada noche, vemos su brillo.

Pero ignoramos que están ausentes, y así las ausencias desaparecen.
Mientras que el brillo aparece.

lunes, 20 de febrero de 2017

Y, ¿Después de la cirugía? ¡Pierna nueva!

Y desperté.

¿Qué fue lo primero que pensé?
Nada.

No pensaba, sentía. Sentía mi cuerpo inmóvil y por alguna razón cansado y pesado. Pero al mismo tiempo sentía tranquilidad.

Estaba en la sala de recuperación, una sala donde llevan a los pacientes que salen de cirugía. Estuve unos minutos ahí y después, una enfermera observó que abría mis ojos, un poco desorbitados pero estaba estable, así que me  subieron a mi habitación. Todo era ensordecedor, sólo sentía.

Minutos después desperté, con mayor conciencia, con mayor  sensibilidad... y con mucha sed. Mi mamá estaba ahí, se acercó, humedeció una "motita" de algodón con un poco de Té y la colocó sobre mis labios.

¡Cuánta sed!
Pero no era adecuado ingerir alimentos ni bebidas, así que disfruté de mis labios húmedos.

Conforme pasaban los segundos comencé a recapitular... y entonces los vi.
Vi mis dedos de mi pierna izquierda, eran míos. 

- ¿Tengo mi pierna?- pensé.

Entonces recordé esas escenas de películas donde las personas pierden sensibilidad en sus piernas y son incapaces de mover sus dedos del pie. Y decidí intentar mover mis dedos del pie... ¡Wow, se mueven! ¡No los siento pero veo cómo se mueven!

Con mis manos toqué mi pierna, ahí estaba.
¿Cómo era posible? Yo autoricé la amputación.
¿El tumor?, ¿Dónde está el tumor?
¿Qué le hicieron a mi pierna?, ¿Qué ocurrió en quirófano?

No podía responder a esas dudas, pero sabía que tenía mi pierna, pesada y vendada, pero podía mover mis dedos del pie.

Mi mamá pasó la noche conmigo en el hospital. Fueron largas horas  para ella y mi papá que esperaron y esperaron, angustiados, nerviosos, pensativos quizás.
No sólo estaba en riesgo mi pierna, también estaba en riesgo mi vida.

Mi mamá no quiso comer, la preocupación y la espera mantenían su estómago llego de incertidumbre. Con tanta incertidumbre....¿Quién tiene hambre?

Aunque estuve dormida durante la cirugía deseaba descansar. 
Al día siguiente vería a los médicos, cada mañana hacían su recorrido por cada habitación con cada paciente. Entonces obtendría más detalles.

Y así fue.
Escuchamos los pasos de un grupo de personas, voces y murmullos, cada vez más cerca de mi habitación. Y entonces ocurrió: ¡Acción!

-¿Cómo estás Rocio? ¿Cómo amanecimos?...Señora, Buenos días- decían los médicos. Aunque sonrientes y con movimientos corporales suaves, no disimulaban el deseo de observar la pierna, de comentar el caso, de hacerme preguntas... de saber si mi cuerpo aceptaría la prótesis.

-¡¿Qué?!- Aceptar la prótesis, vaya, y yo creía que todo estaba hecho.

Pues no era así, resulta que la prótesis está hecha de un material apto para mi cuerpo pero eso no significaba que mi cuerpo respondería favorablemente, así que había otro detalle, un detalle más que atender.
Recibiendo la visita de mi papá 🙌💚🙌
Y bajando la temperatura alta 

Y así fue, las siguientes horas,  los siguientes días se trataban de observar la aceptación de mi cuerpo.

No fue sencillo pero mi prótesis se adaptó a mí, me transfundieron 4 paquetes de sangre, tuve ciclos de temperatura alta, pero jamás tuve ningún tipo de reacción alérgica.

Los milagros existen.
Oficialmente era una chica biónica.
Una chica con una pierna de Titanio.

Y lo más importante:
- Rocio, todo salió muy bien. Retiramos el tumor- supongo que los médicos compartían la misma emoción que yo. ¡Ya no hay tumor!




¿Cómo es que llegamos a este punto?
¿En qué momento pasé de ser una joven estudiante y deportista a una chica en espera de la respuesta de su cuerpo para aceptar un cuerpo extraño?, ¿En qué momento mi mamá y mi papá dejaron de ser una típica pareja con cuatro hijas saludables y con una vida relativamente tranquila, en curso, como cualquier otra familia? ¿En qué momento ocurre esta transformación?

¿En qué momento pasa la vida?

De pronto despiertas y te das cuenta que estás demasiado lejos de tu antigua vida... Pero estás tan cerca del cariño y apoyo de personas que jamás pensaste conocer.

Tuvimos la bendición de estar acompañados por excelentes personas, cuando me hospitalizaron conocimos a una excelente persona que nos llevó de la mano en cada momento. 

Gracias a Ella mis papás no se sintieron solos, gracias a Ella nos sentimos acobijados, comprendidos, orientados, y queridos.

T.S. Adriana Pérez León
Desde entonces una GRAN amiga 😍
👆Noten su rostro, amigable y cariñoso
Su manera de explicar cada paso, su manera de mirarte mientras tratabas de comunicar alguna duda confusa que tenías pero Ella entendía perfecto lo que querías decir, y su calidez para responder. 

Entonces, aprendes que los milagros no son acontecimientos casi irreales. Aprendimos que los milagros se traducen en personas enviadas a nosotros en el momento perfecto, de la manera perfecta.

Ella era una Trabajadora Social que compaginaba como una pieza de rompecabezas perfecta en aquel equipo perfecto.




En aquellos días, las chicas de mi edad conocían a chicos atractivos, salían de fiesta, disfrutaban el tiempo con sus amistades, entraban con pereza a sus clases de las 7 am, las noches de viernes eran de fiestas, antros, bailes, beber alcohol ¿Por qué no?, planeaban sus vacaciones, discutían con su mamá por que "No las entendían", acudían con papá por permisos para salir, elegían ropa de moda en su tienda favorita, acudían a su primer empleo... todas esas actividades que jamás viví a esa edad y me fueron arrebatadas...¿Arrebatadas?

¡Esperen! No se nos puede arrebatar algo que aun no poseemos.
OK, retiro la palabra "arrebatadas", en su lugar podríamos decir que fueron deseos no cumplidos, sustituidos por lucecitas.

Nota: Recuerden, "Lucecitas" son esas vivencias que nos dejan una lección. Son experiencias que iluminan nuestra vida.
 Y en su lugar me obsequiaron la compañía de personas que, sin estar conscientes del impacto que generaban en mi, me esclarecieron mi vida, que no me dejaron caer, me enseñaron a tomar decisiones sobre MI vida y sobre MI cuerpo, y sobretodo, jamás dejaron solos a mis papás. Ante la posibilidad de presenciar el fallecimiento de una hija (para muchos el dolor más fuerte que puede vivir una madre y un padre), jamás los dejaron solos.

Médicos que no veían una tragedia en mi enfermedad, veían un "caso extraordinario", por alguna razón les gustaba mi caso, lo platicaban, lo compartían con sus colegas...Me presumían. Y, aunque admito haberme sentido como un libro abierto, también admito que su pasión a su profesión salvaron mi vida y saber que mi salud estaba a cargo de profesionales apasionados me tranquilizaba. Al final de todo, si yo fallecía no sería culpa de ellos, sería mi tiempo.

Y hoy en día, independientemente de haberse tratado de una buena o mala decisión, he disfrutado de mi pierna. El poco tiempo que he tenido para usarla la he usado, la  he disfrutado... ¿Para qué tener una pierna nueva si no voy a usarla?

Mi pierna tiene un tiempo de vida. De 10 a 15 años dependiendo del cuidado que le ofrezca. Peso 48.250kg y mido 1.75cm, eso extendería el tiempo de vida de mi prótesis, pero he decidido usarla.

Esto no significa que sea negligente conmigo misma, pero tampoco significa vivir con miedo y estresarme. Significa vivir, atreverse y tomar decisiones con responsabilidad.

Quizás me quede poco tiempo, pero quiero que valga la pena. La quitarán y la desecharán, ¿Para qué desecharla como nueva? De ser sí, entonces no habría tenido sentido tener una prótesis que jamás iba a usar.

Así que no me detuve. Ni lo haré.
Ni siquiera sé quedarme quieta.

Mi vida continuó, no tuve la oportunidad de tener un auto así que me he desplazado a mis destinos en transporte colectivo, caminando con mi bastón, cargando mi bolso/mochila, al inicio de mis primeras caminatas acompañada pero después lo haría sola, utilizando mi rodillera cuando es necesario, usando mi cuerpo ahora que lo tengo.

El deporte me apasiona, así que lo retomé y ahora me dedico a remar.
¡Por supuesto que en la modalidad de deporte adaptado!

En él mi pierna con prótesis no realiza ningún esfuerzo que implique impacto o fuerza, ¡lo cual es perfecto!

Tardé algunos años en retomar el deporte, pero ahora estoy en él. No pude asistir a las olimpiadas de Londres 2012 ni Río 2016.
¡Pero viene Tokio 2020!

No sé si viva para entonces, pero al menos estaré en camino.




Estudié en la mejor Universidad de mi país, aunque el recorrido para llegar a la Universidad es de 2 horas, tampoco me detuve.
Biblioteca Central UNAM, Ciudad Universitaria.
Entrada de la Facultad de Psicología UNAM.
A la izquierda un elevador,
en ocasiones no funcionaba.



Viajar en transporte público tampoco es sencillo, los empujones y la indiferencia de la mayoría de las personas (algunas se han portado como ángeles), las infinitas escaleras (bueno, no son infinitas pero lo parecen) pueden ser un esfuerzo extra a mi pierna.

Pero ¿Qué otra opción tenía?
¿Quedarme en casa, evitar practicar lo que amo, dejar de asistir a mi Universidad que elegí con ilusión?

¿Qué clase de vida quiero?
Tengo dos opciones:

1. Gastar lo menos posible mi prótesis, aunque implique renunciar a lo que me gusta hacer y aún puedo hacer.

2. Vivir lo que me gusta hacer, mi prótesis se desgastará y durará menos... pero puedo vivir con responsabilidad.

Definitivamente elijo Vivir.

Tu, ¿Qué eliges?.

sábado, 18 de febrero de 2017

Mi pierna, 8 años de acero inolvidable.




19 de Febrero, 2009

El tumor en mi pierna (fémur izquierdo para ser precisos) medía aproximadamente 10 cm, era tan grande que conectaba con las arterias. Realizar  la cirugía a estas alturas no era una buena opción, el tumor tenía que reducir para dejar libre las arterias.

Y con las quimioterapias el tumor pudo reducir lo suficiente como para retirarlo sin afectar las arterias... o eso era lo que se esperaba.

La cirugía duró aproximadamente 8 horas. 
(Una cirugía en la pierna no debe sobrepasar las 9 horas, o al menos eso leí en algún lugar)

Recuerdo que un día antes me entregaron un consentimiento informado.
En él yo autorizaba la amputación en caso de ser necesario.

Aunque el objetivo de la cirugía era retirar la sección donde estaba el tumor y colocar la prótesis, existía la posibilidad de un margen de error.

La Dra. Cario me explicó que el plan de la cirugía estaba basado en los estudios de imagen realizados, como la tomografía. Sin embargo, no tenían la certeza de saber qué encontrarían al abrir los tejidos.

No dudé, era una de esas decisiones que transforman tu vida. Esas  decisiones que jamás olvidas. Yo debía firmar, estaba a unas semanas de cumplir 20 años. Yo decidía sobre mi cuerpo y mi salud. Un día antes de la cirugía.

No tuve oportunidad de despedirme de mi pierna. Dos meses antes había estado internada para mi cirugía. Pero en la aduana detuvieron la prótesis y aplazaron la fecha de la cirugía. 

El tumor seguiría ahí dos meses más, así que los médicos oncólogos me enviaron otra quimio más. Una más... ya no podía más, pero sólo era una más... Entonces  pensé: "SÓLO UN POCO MÁS...AGUANTA"

Y así fue, en esos dos meses tenía que reponerme para aguantar la cirugía. 
Eso hice, no pude despedir a mi pierna como me hubiera gustado. Pero pude reponerme y preparar mi cuerpo para lo que venía.

Así que tomé fotos de las cicatrices más sobresalientes de mi pierna. Aunque fui una niña tranquila tuve algunas experiencias y accidentes por jugar, era tranquila sí... pero disfrutaba de explorar, jugar, subir, bajar. Si tenían que amputar mi pierna entonces debería tener alguna evidencia de lo que mi pierna vivió. 


Mi pierna me dio mucho más de lo que podemos pensar.
Mi pierna no sólo era un miembro más en mi cuerpo, con ella corrí, salté, patiné sobre ruedas y sobre hielo, trepé, anduve en bicicleta, nadé, bailé, de niña salté desde las alturas para tocar la tierra con mi pierna... con ella logré sentir. 
Logré vivir.

Merecía una despedida.
Y eso tuvo,  me despedí a mi modo.

Al día siguiente, 19 de febrero, estaba lista.

Mi familia habló conmigo y me ofrecieron su cariño y apoyo. 
Depositaron su confianza en Dios y en los médicos.
Ocho largas horas para ellos.

Sólo veía lámparas camino al quirófano, la solución salina en mis manos.
Emocionada, deseando tanto que el tumor por fin saliera de mi.

Jamás pensé en la muerte.

- ¿Lista Rocio?
- Sí, hagan lo que tengan que hacer. No importa qué sea, pero quiten ese tumor de ahí.

Y la cirugía comenzó.
Ocho horas dormida, ocho horas para quitar un tumor, evitar cortar las arterias, colocar una prótesis, y después esperar...

Esperar para despertar.









sábado, 4 de febrero de 2017

04*Feb*2017 Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer


Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer 
Hoy es un día dónde se hace un llamado a las personas para prevenir el Cáncer.

¿Es posible prevenirlo?

Hay algunos cánceres que pueden prevenirse:
-Evitando hábitos dañinos (excesos en fumar, beber alcohol, consumir una dieta en grasas o irritantes, exponerse al sol, someterse a estados frecuentes e intensos de estrés o depresión o tener relaciones sexuales sin condón)
-Cuidando nuestro cuerpo mediante una buena alimentación y haciendo ejercicio.

En otros casos Prevenir NO significa evitar el cáncer... significa DETECTAR A TIEMPO:
-Conocer el historial médico de tu familia. Algo así como un árbol genealógico de enfermedades familiares puede ser útil para que conozcas los cuidados que debes tener.

***OJO  no te predispongas o vivas con temor... conocer las enfermedades que se han presentado en tu familia te da la oportunidad de saber qué hábitos puedes cambiar y qué tipo de chequeos médicos deberás tomar en cuenta.


Sin embargo, no todos los tipos de cáncer tienen signos y síntomas notables en las primeras etapas.
- No todos duelen
- No todos son visibles
- Algunos son silenciosos

Y entonces nos preguntamos: "¿A mí por qué? Yo como bien, hago ejercicio. Yo me cuido"

Cuando nos diagnostican cáncer, a pesar de nuestros buenos hábitos alimenticios y nuestros cuidados médicos, constantemente nos preguntamos si nuestros cuidados han sido útiles. Tenemos la sensación de no haber hecho lo suficiente por nuestra salud, nos sentimos impotentes y muy enojados, sentimos que es injusto e inmediatamente tenemos la sensación de haber perdido el control de nuestra vida.

Contrario a todas estas sensaciones es importante recordar que hacemos TODO lo que está en nuestras manos.

Aprende que no tenemos el control total de las situaciones que ocurren en nuestra vida, pero sí tenemos la capacidad y LIBERTAD de DECIDIR cómo nos sentiremos con lo que estamos viviendo.

Sí es injusto, pero es lo que te tocó vivir y tienes absolutamente todo lo necesario para enfrentar al cáncer.

No eres culpable, pero eres responsable de las decisiones que tomarás en tu vida.
Nosotros decidimos lo que en su momento consideramos como la mejor opción y tambien consideramos sus consecuencias, y nadie tiene derecho a juzgar nuestras decisiones.

***OJO: No es lo mismo juzgar que opinar con respeto. Tampoco cerremos nuestros oídos.

Los tipos de cáncer más frecuentes tienen diferentes recomendaciones para prevenirlos o detectarlos a tiempo.

Tal vez no puedas evitar tener cáncer, pero sí evitarás que el tratamiento sea más agresivo, evitarás que el cáncer se expanda a otros órganos, evitarás gastos económicos, tendrás mayor probabilidad de supervivencia, evitarás procedimientos quirúrgicos que cambien drásticamente tu estilo de vida (por ejemplo: una amputación, extirpación de algún tejido u órgano, entre otros procedimientos médicos).

Recuerda que no eres el único que vivirá esta enfermedad también tu familia, amigos y seres queridos vivirán tu enfermedad, se preocuparán por ti, sentirán impotencia y desesperación, tendrán miedo... Este dolor también lo puedes evitar.

Sugerencias:
- Investiga cuáles son las enfermedades más predominantes en tu familia
- Investiga cuáles son los estudios médicos que debes realizarte con frecuencia
- Investiga cuáles son los hábitos que pueden favorecer al cuidado de tu salud
- Realiza un calendario de chequeos médicos


Recuerda que, en caso de padecer alguna enfermedad a pesar de los cuidados que has tenido, piensa que pudo haber sido peor si no te hubieras cuidado.

Cuando era niña no me gustaba comer brócoli, mi mamá me decía "El brócoli previene el cáncer". Cuando me diagnosticaron cáncer recordé el Brócoli.
Si lo hubiera comido quizás no me hubiera dado cáncer o quizás no hubiera hecho alguna diferencia. 

Pero con o sin brócoli salí adelante, aprendí a comer brócoli. No por el cáncer, sino por gusto. 

Quiero decir, que a veces no tenemos el control del todo y aunque me sentí culpable por no comer brócoli aprendí que no toda la vida iba a vivir con ese sentimiento de culpabilidad, aprendí que tenemos la libertad de decidir cómo vamos a enfrentar cada circunstancia de nuestra vida.


Por favor, cuídate y quiérete.












miércoles, 1 de febrero de 2017

Mi primer día en Hospital de Oncología



Llegamos a Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde hay diferentes hospitales:  el de Cardiología, el de Pediatría, el de Especialidades, un Banco de Sangre y... el Hospital de Oncología- "Onco" para los "Cuates" o los que somos "visitantes regulares", es decir, hacemos visitas constantes. 


Es un complejo de Hospitales bien cuidado, incluso tiene un centro de convenciones para eventos importantes. Tiene jardineras; módulos donde venden jugos, fruta, dulces, sandwich, café, y cualquier alimento que pueda ser tu comida del día; también un Restaurante, una sucursal bancaria, una pequeña explanada donde podía ver exposiciones, grupos de música, clases de pintura, y un pasillo largo que conecta cada Hospital.

Un pasillo largo. Un pasillo que ve ir y venir cientos de personas, cada una en su mundo. Pacientes, adultos y niños. Familiares sentados bajo el Sol, esperando que éste les de el consuelo y cobijo.

Mientras caminas por aquel pasillo puedes observar a las personas con una mirada especial. Fija. Casi puedes observar sus pensamientos.... exacto, Observar.

Los pensamientos se vuelven visibles.


El tiempo deja de existir, mientras esperas, mientras decides quedarte quieta en alguna banca de ese pasillo, mientras algún familiar pasa a recogerte, mientras tomas un jugo después de un análisis de sangre, mientras vuelves a taparte después de tomarte tus radiografías, mientras digieres lo que acabas de escuchar en consulta, mientras se pasan las náuseas, mientras recuperas aliento, mientras sientes cada suspiro, cada pensamiento silencioso, cada reflexión sobre ti.... Mientras pasa la vida, Tu vida.


Llegamos a la entrada del Hospital de Oncología. 
Unos oficiales nos piden mi carnet para corroborar que soy paciente.

Entramos, mi mirada inmediatamente se detuvo: Mariposas.

Mariposas coloridas con los rayos del Sol expandiendo su color y cubriendo el primer piso... ¡Cuántos rayos coloridos! 
Con esta bienvenida... ¿Qué podía ocurrir?, No podría ser tan malo, o ¿Sí?

Mi mamá se dirigió hacia "Archivo", ese lugar que parece la conciencia del Hospital, donde cada nombre de cada paciente que ha estado en ése Hospital está ahí.

Pilas y estantes de folders amarillos. Las personas que son guardianes de cada expediente usaban batas café. 
¡Bárbaros!

Teniendo un resplandor tan colorido, ¿tenían que usar bata café?, ¿Quién eligió esas batas? .... Seguramente alguien que no había alzado la mirada, alguien que no hizo esa entrada y que no fue recibido con tan resplandeciente luz.

- Rocio, vamos abajo a Preconsulta- dijo mi mamá después de haber entregado la Hoja que nos dieron en el Hospital de Ortopedia.

Los hospitales suelen ser románticos, se mandan cartitas. Y nosotros somos como cupidos o palomas mensajeras llevando y entregando esas cartas. Viendo las reacciones de quienes la leen, escuchando sus opiniones sobre esas cartas y finalmente tomando decisiones después de leer esas cartas.

"Preconsulta". 
Ya había pasado por varias preconsultas. La primera con el médico familiar de mi clínica local, la segunda con el ortopedista de mi clínica local, la tercera con los especialistas de Ortopedia, y ahora esta "Preconsulta".

Y a todo esto, ¿Cómo sabía mi mamá a dónde ir?
Mientras yo observaba aquel Hospital que sería mi hogar por un tiempo, Ella me despertaba con sus indicaciones tan seguras.

Vamos a Preconsulta.
Bajamos las escaleras y el entorno se transformó.

¿Dónde estaban los destellos coloridos? ¿Por qué huele a medicina? ¿Por qué tantas camillas yendo y viniendo? ¿Por qué las personas tienen rostros tan tristes y preocupados? ¿Por qué hay gente llorando? ¿Por qué hay muchas bancas y todas ocupadas? ¿Por qué hay personas caminando de un lado a otro? ¿Por qué hay un ensordecedor silencio?

¿Por qué me miran con ese aire de sentencia?

Durante mi vida las personas siempre me han mirado, no soy tan normal. A los 10 años medía 1.50m, mi complexión siempre ha sido muy delgada. De hecho las personas siempre piensan que tengo Anorexia. ¡Madre mía! 

Pero esta mirada en Preconsulta es diferente. No veían mi estatura, no veían mi complexión, me veían a los ojos. Una mirada diferente, una mirada que te acompaña, que te advierte de algo, que sin conocerte te dice "Estoy contigo, estamos en el mismo lugar"... Y entonces, veo sus sonrisas amigables de bienvenida con una mirada lamentando mi llegada.

La misma mirada que ahora tengo cuando veo llegar a un "Nuevo".

Mi mamá siempre iba adelante, siempre sabía a dónde ir, siempre sabía qué hacer, siempre serena.
O eso siempre pensé.

Nos dirigimos con la asistente para indicarle nuestro motivo de asistencia. ¿Cuántas veces no ha de escuchar lo mismo? Seguro con cada paciente, aunque es la misma información seguro lo vive diferente.

Nos indicó esperar el llamado de alguno de los 4 consultorios mientras me entregaba un nuevo carnet. Uno color gris o beige, algo como un "gris viejo"... otra vez, ¿Qué ocurre con los colores?

Esperamos, esperamos y esperamos. 
Hasta que llamaron por mi nombre, mi mamá se levantó muy rápido y con movimientos acelerados recogió su bolsa, la bolsa con radiografías y caminó hacia el consultorio, después pareció acordarse de mí y se volvió para hacerme señas y gestos.

Entramos al consultorio, el médico comenzó un interrogatorio.
Es increíble todas las cosas que ocurren en tu vida y que en ese momento son como piezas claves que ellos van uniendo para armar un Historial médico.

Pero después, esas piezas claves tienden a convertirse en culpas (Después comprendes que la culpa no es la respuesta). 
-¿Te golpeaste?- No.
-¿Te duele?- No.
-¿Tienes alguna enfermedad?- Si.
-¿Cuál?- Cáncer.

¡Vaya! amaba cuando me hacían ésta última pregunta. Era tan... especial.
Era esa pregunta que te dejaba reír de tu diagnóstico, la obviedad de la respuesta y la incomodidad del médico al escuchar tu respuesta.

-Me refiero a alguna enfermedad como diabetes, presión arterial alta, lupus, problemas cardíacos... (y bla bla bla... en este punto demostraban una amplia gama de enfermedades que parecían comunes en otros pacientes)- No, fuera del cáncer estoy sana.

Nuevamente, un momento agradable, y ¡muy gracioso!
Mi mamá me miraba como si deseara que dejara de responder así, pero al mismo tiempo mostraba una sonrisa. Supongo que Ella opinaba igual que yo, pero por su rol de mamá tenía la tarea de reprender mi sarcasmo.

Después observaron mis radiografías, hicieron más preguntas sobre antecedentes de cáncer en mi familia, sobre mi desarrollo desde el nacimiento. Y lo más importante, sobre el tumor. Aquí me di cuenta que esa protuberancia en mi pierna había estado desde aproximadamente 5 años. Y además había tenido algunos síntomas como el sangrar por la nariz, en realidad creía que sangrar por la nariz se debía a las temporadas calurosas. 

Fue una larga entrevista. Entendí por qué era la larga espera.

Tratar de rastrear el cáncer es similar a un confesionario... buscando aquel "pecado" que provocó el cáncer, aquel factor detonante que estuviera presente durante toda mi vida e incluso antes de mi vida, buscando alguna causa del cáncer.

Lo cierto es que jamás tuve una explicación causa-efecto. La respuesta a mi pregunta sobre la causa fue "Porque así fue. Te tocó"... Vaya, y saber que fuera del consultorio la gente suele decir que fueron mis resentimientos.

¿Acaso  fue dañino molestarme porque una niña me quitó mi juguete?
¿Fue malo dejar de hablarle a una compañera de clase porque me hacía bullying? ¡Caray! Tengo 18 años, ¡qué cantidad de resentimientos pude acumular! O, ¡qué niños tan resentidos!... Uff, para tener cáncer a los 3 años supongo que debieron tener excesivos resentimientos ¿No?

Sin duda, pensar en el por qué o en la causa nos quita mucho tiempo. Aunque, para ser sincera llegué a pensar que habría sido mejor tener ese tumor en mi pierna por alguna actividad que yo elegí realizar. Al menos estaría asumiendo mi responsabilidad por lastimar mi pierna mientras realizaba una actividad que disfrutaba, y no por un juego de ruleta rusa de la vida: "Te tocó"

Enseguida nos dirigimos al área de Oncomédica. Del lado opuesto al área de Preconsulta. Al menos había jardineras y luz. ¡Oh sí! Una sensación revitalizante. Oncomédica es un lugar frío, silencioso, con algunos consultorios y una puerta de vidrio pesado al final del pasillo, misteriosa esa entrada. No sé a dónde llevaría esa entrada tan fría. Había largas bancas color guinda y otras color blanco pero duras. Las personas que esperaban tenían rostros serios, la mirada fija, algunas personas durmiendo y otras leyendo, otras tejiendo y algunas platicando muy bajito. 

Las personas que elegían sentarse en las bancas donde recibían más luz y estaban junto a las jardineras parecían más relajadas o al menos con un semblante más alegre.

Después entendí por qué la mayoría elegía el peor lugar para sentarse. Entendí que no siempre era cuestión de elección. Prácticamente existe una especie de anatomía ambiental.

Las personas que están sentadas en las bancas más incómodas y donde casi no llega la luz son aquellas que están esperando escuchar su nombre para entrar al consultorio. Si no lo escuchan entonces llamarán al siguiente paciente y tendrán que esperar más tiempo.

Las personas que están sentadas en ese grupo de bancas incómodas pero más alejadas de los consultorios son pacientes en espera del llamado para cruzar esa puerta misteriosa, generalmente los acompañantes de aquellas personas están de pie y cuando ven salir a la enfermera o enfermero de esa puerta misteriosa se acercan rápidamente para escuchar el nombre de su paciente.
Normalmente se observan nerviosos, de brazos cruzados o manos en los bolsillos. Y, quien tiene más tiempo de antigüedad, sólo levanta la mirada y presta mayor atención.

Así distingues a los novatos y a los antiguos. 
Pronto sería una novata con experiencia.

Las  personas que están en las bancas cómodas, con luz y jardineras son pacientes que esperan su llamado mientras comen, duermen o platican con otros pacientes compartiendo su experiencia o comparando sus casos, y sus acompañantes son quienes desarrollan habilidad para  calcular el tiempo en que serán llamados y programan sus sentidos para el momento justo.

Pronto mi mamá desarrollaría ésta habilidad.
Pronto conocerías esos extraños horarios que ahora nos hacen expertas.

Mi primer día en Onco.
No sabía de esperanzas, no sabía lo que pasaría. 
Sí sabía que no era la única, a pesar de sentirme la más joven entre los pacientes, sabía que finalmente estábamos en el mismo lugar, en el mismo Barco como decía mi mamá.