El cáncer no te quita la vida. Imagen tomada de Internet |
Durante el primer cáncer todo fue nuevo para mi. Pero después de un tiempo el hospital se convirtió en hogar, cada pasillo, cada habitación, cada sala de espera e incluso las relaciones con enfermeras, camilleros, médicos, y las personas que iban y venían formaron parte de mi estadía.
Aprendí a disfrutar de una charla, de un consejo y de la compañía de completos desconocidos unidos por el cáncer. De alguna manera, al conversar parecía que teníamos una historia juntos. Incluso, al despedirnos estaba esa sensación de que nuestro lazo jamás se rompería.
Albert Espinosa en "El mundo Amarillo" nos llama Amarillos.
Éste peculiar vínculo entre pacientes, personal de salud, familiares y amigos del paciente, es un vínculo que difícilmente puedes establecer con personas ajenas a éste mundo.
Pese al miedo a lo desconocido resulté adaptarme muy rápido a mi nuevo ambiente.
Estaba de un hospital a otro, de una sala a otra, de un médico a otro, de un piso a otro.
Vaya...Podríamos convertirnos en Guías turísticos de cada hospital, sería algo como:
- ¡Hola! Buen día, ¿Vas a Oncomédica?... Ven por aquí, puedes entregar tus documentos en control (Sonríe a las señoritas... eso hará que su rostro se suavice un poco), tardarán al menos una hora en llamarte, puedes esperar en aquellas banquitas junto a las plantas. Tienes más luz y el Mosaico de Mariposas brillará en su máximo esplendor aproximadamente a las 12hrs. No te pierdas el espectáculo.Por aquí puedes solicitar un juego de mesa e invitar al vecino...¡Hola vecino!En estas bancas de madera estarás más cómodo/a. Presta atención a la hora, cuando llegue el momento podrás acercarte a los consultorios y podrás entrar a tu consulta.Si quieres ir al sanitario te recomiendo los que están junto al laboratorio en primer piso, están más aseados y casi no hay personas.Por cierto, las personas que te acompañan en la sala de espera siempre son buenas conversadoras... ¡hay historias que te encantará escuchar!
Después de un tiempo puedes adaptarte a lo nuevo, a aquello que anteriormente era tan desconocido. El hospital se convierte en tu segundo hogar, internalizas cada rincón y cada forma de vida.
Pero, adaptarte a lo desconocido, a tu nueva forma de vida no significa que disfrutes tener cáncer. En lo personal, y creo que la mayoría estará de acuerdo conmigo...Jamás lo disfrutaré, tener cáncer no es una experiencia que quisiera volver a vivir.
El cáncer te coloca en una situación donde te das cuenta que no puedes controlar cada situación o cada evento. Curiosamente, cuando aceptas ésta condición puedes sentir una sensación de Libertad. Y son éstos detalles y otros más que aprendimos a través de ésta experiencia.
Pero, cuando todo termina, cuando inicias el período de remisión vuelve esa sensación del miedo a lo desconocido.
Parece tan ambiguo. Estás feliz porque aquel episodio terminó, ya no más quimios, ya no más dolor, ya no más cansancio... ahora estás tan viva y tan feliz.
Pero...¿Qué es ésta sensación?
Detrás de todo ese éxtasis, de toda esa felicidad hay algo que está.
Oculto, jugando a las escondidas tal vez. Pero lo sientes.
Lo vez y te inquieta, en momentos la felicidad te distrae y puedes ignorarlo, pero en aquellos momentos de silencio donde tu mente repasa tu pasado y se asombra de todo lo grandioso que estás viviendo... aparece ese pensamiento.
"El cáncer no es curable... puede volver"
De pronto éste pensamiento te detiene el corazón por milésimas de segundos.
Te congela la respiración y te inunda esa sensación de miedo.
Esa misma sensación cuando entraste al mundo del cáncer. Ese miedo a lo desconocido.
Y ahora que conoces de qué se trata el cáncer, el miedo a lo conocido también se hace presente.
Por supuesto que el tratamiento y las cirugías te dejaron un mal sabor de boca...Literalmente.
Aquellos momentos de verte al espejo y no reconocerte. Cuando día a día notabas los cambios en tu cuerpo. Consumiéndote por el cáncer o por el tratamiento, cualquiera de las dos opciones o ambas te estaban matado.
Volver a esto no es una opción que estamos dispuestas y dispuestos a considerar. Pero sabemos que puede pasar.
Lo que no sabemos es cómo será, qué pasará, no sabemos qué tan grave será. Si ha ocurrido una vez, damos por hecho que la segunda vez será peor. Y esto nos aterra.
Por ello es desconocido, además de el significado que atribuimos a la metástasis como tal... tenemos el temor a aquello que no conocemos aún.
Y entonces, esa felicidad o esa euforia comienzan a compartir momentos del día con el miedo, la tristeza, el enojo... y poco a poco conoceremos la angustia por el futuro, la obsesión por saber que estamos saludables. Nos convertimos en personas hipersensibles a cada cambio que ocurra en nuestro cuerpo, y al momento de detectarlo ¡No pensamos ni racionalizamos! Inmediatamente asumimos que se trata de algo anormal. Nos estresamos, nos angustiamos y queremos respuestas inmediatas.
Poco a poco se convierte en un estilo de vida. Existirán momentos de angustia y miedo entremezclados con euforia y felicidad. ¿Que estilo de vida vamos a tener?
Cuando recibí la noticia de Metástasis pulmonar todo se aclaró, cada sensación halló su lugar.
Si bien, no fue una noticia agradable pero de alguna manera me tranquilizó.
Suena absurdo si lo lees, pero así fue.
Tenía semanas con esa angustia, nerviosismo, preocupación, miedo e incluso tristeza.
Y cuando escuché el diagnóstico me tranquilicé.
Y entonces lo entendí. Y aunque disfrutaba de mi vida, estaba obsesionada... esos momentos que iban y venían, nublaban mi vida.
Entonces pensé "¿Necesito escuchar que tengo metástasis para poder vivir tranquila?"
¿En verdad necesitamos eso?
Por supuesto que no es necesario, pero tampoco podemos continuar nuestra vida con esas sensaciones y sentimientos día a día. Sentimientos que, además, ocultamos.
¿Por qué? Porque al mostrarlos creemos que no es válido.
Sin embargo, experimentarlos no significa que no estamos disfrutando de nuestra vida, tampoco significa que no aprendimos a valorarla.
Significa que tuvimos cáncer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario