sábado, 17 de diciembre de 2022

¿Cómo te das cuenta de que tienes cáncer?


Jamás tuve dolor, no tuve ninguna molestia en mi pierna. Hasta que el tumor fue lo suficientemente grande como para limitar la flexión de mi pierna.

Como platiqué en la primera nota, yo practicaba volleyball. Era realmente buena, mi estatura era un privilegio así como mis largos brazos. Si yo quería podía llegar muy lejos, podía visualizar los juegos olímpicos. Tenía todo, absolutamente todo para hacerlo. 

En uno de los entrenamientos teníamos que sentarnos sobre nuestros tobillos, no pude hacerlo. Mi pierna no podía flexionarse, no dolía.
Aunque sí fue frustrante no  poder hacer el ejercicio.

Cuando estuve en casa revisé mi pierna, noté "algo abultado" por debajo de mi rodilla. Lo toqué, ejercí presión con mis dedos y no sentí dolor. 

-Debe ser mi hueso.

Le mostré a mi mamá y Ella sí se alarmó,  dijo que no era normal y que debía ir al médico. Yo continué respondiendo que era mi hueso. ¡Vaya! siempre he sido muy delgada, eso debía ser un hueso.

Dejé pasar el tiempo. Muchas  personas podrán decir que es desidia.
Pero creo que, aunque no queremos reconocerlo, sabemos perfectamente que nuestra salud no está bien y no queremos escuchar eso.

Nuestro cuerpo nos envía señales, pero jamás las entenderemos si no aceptamos las posibilidades.

Por las mañanas me despertaba, desayunaba y me arreglaba para acudir a la Universidad. Cada día me despertaba contenta, tan feliz. Estaba estudiando Psicología, amaba cada clase, cada lectura, cada novedad, cada profesor y profesora. Realmente me apasionaba, tenía pocos meses de haber iniciado mi carrera.

Investigué acerca de los intercambios académicos. Podía viaja a Inglaterra a partir del cuarto semestre, debía ahorrar un poco de dinero, mi promedio tenía que ser muy bueno y tenía que aprender Inglés. 

Tenía buen promedio. Podría comenzar a trabajar. Sabía un poco de Inglés y a partir del siguiente semestre podría inscribirme a las clases de Inglés.

Claro... el siguiente semestre me "inscribí", a un Hospital; tuve un intercambio de un Hospital a otro; me "inscribí" a clases de medicamentos y quimioterapias, reacciones secundarias, niveles de leucocitos, plaquetas y linfocitos... En un semestre no sería la misma.

Además de estudiar dedicaba mi día a entrenar, dos horas de entrenamiento antes de las clases eran mi inyección de energía. Llegaba a casa cansada, muy cansada. Mis días eran activos, pero así lo quería. Quería acostumbrarme a tener varias actividades, creía que era una buena idea para prepararme para el futuro.... Jamás me imaginé las lecciones que viviría.

De pronto, comencé a escuchar comentarios sobre mi peso. Las personas comentaban que cada día me notaban más delgada. 

No quise dar la importancia que debía, las personas siempre hacían comentarios al respecto, siempre he sido delgada. Las personas observaban demasiado, opinaban demasiado.

En casa ocurría lo mismo, comenzaba a fastidiarme un poco. Pero aún con ello mi foco de alerta no se encendía, hasta que un día en la ducha escuché un sonido extra. Escuché que el agua caía y rebotaba cerca de mi hombro... de ahí venía ese sonido.

Me mantuve quieta y me concentré en averiguar el origen del sonido. Y lo hallé, el sonido era el agua que caía sobre un espacio, un hueco mejor dicho, un hueco que se formaba entre mi cuello y mi hombro, un hueco donde sobresalía la clavícula. ¡La clavícula!... mis huesos era visibles, sí era muy delgada pero jamás había visto mis huesos visibles.

Me asusté, me horroricé, me preocupé.

Le mostré a mi mamá, y confirmamos que en efecto había perdido peso. Quise justificarlo con mis actividades del día, mi alimentación descuidada y el ejercicio que realizaba. Aunque dudaba de ello necesitaba aferrarme a una idea que podía explicar esto.

Pero algo más ocurrió. 
En mis entrenamientos comencé a bajar mi rendimiento, ya no podía correr como antes, era muy cansado.
En el trayecto a casa me quedaba dormida en el transporte, mi trayecto duraba 2 horas, quizás  esto me cansaba más.

Mi salón de clases quedaba en el primer piso, llegaba a él casi sin aliento.

- Quizás necesito más condición física.- pensé.

Sin embargo, antes de salir a casa até mis agujetas de los tenis. Me agaché y cuando me enderecé necesitaba aliento ¡Estaba tan cansada!

¿Cansada de atar mis agujetas?... ¿Quién se cansa por agacharse?

Entonces las piezas del rompecabezas cobraron sentido, por supuesto que algo andaba mal.

Cansada, pérdida de peso y una protuberancia dura en mi pierna.

Y así fue como todo empezó... 

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