sábado, 17 de diciembre de 2022

El cáncer y yo

Tuve cáncer.
A los 18 años de edad mi vida cambió. 
Aprendí a Vivir.
Me diagnosticaron Osteosarcoma en fémur izquierdo. Y cuatro años después, metástasis pulmonar.
Durante el camino a mi recuperación viví experiencias que se transformaron en "Lucecitas", es decir, aprendizajes de vida.
Yo era una joven llena de energía, entusiasta por cumplir metas.  Tenía mi vida planeada para alcanzarlas.
Estaba iniciando mi carrera de Psicología, planeaba mi intercambio universitario a otro país, estaba en el equipo de voleibol de mi Facultad con el objetivo puesto en los siguientes Juegos Olímpicos 2012.
Era el año del 2008, tenía 18 años y durante un entrenamiento de voleibol noté que no podía flexionar mi pierna, “algo” detrás de mi rodilla impedía hacerlo. Pero no le tomé importancia. Con el paso de los días y semanas me sentía cada vez más cansada y cada día perdía peso.

Acudí al médico y el camino del cáncer comenzó.
El plan de tratamiento consistía en retirar el tumor, si el tumor no tocaba las arterias entonces podrían colocar una prótesis femoral. Después de la cirugía me enviarían a Oncología para recibir cuatro quimioterapias.

Por el tamaño y posición del tumor no fue viable una cirugía en ese momento.
 Primero teníamos que reducir el tumor. Me enviaron a Oncología para recibir cuatro quimioterapias de “Cisplatino”. Cuando la cuarta quimioterapia terminó acudí a Ortopedia para continuar con el plan.

No fue así, el plan no podía continuar. El médico nos indicó que en la aduana habían retenido mi prótesis, así que teníamos que esperar al menos dos meses. Y me enviaron a una quimio más.

Una más, una quimio más. Estaba cansada, no había recibido muchas quimioterapias pero las cuatro quimios que recibí habían agotado mi cuerpo, los efectos secundarios me dejaban sin comer por 10 días, todo lo vomitaba, mi energía se consumía, no podía siquiera sostener un tenedor, me quedaba en cama por el cansancio… cuando estos efectos pasaban tenía algunos días para reponerme, alimentarme, comer todo aquello que se me antojaba pero no comía porque lo vomitaba, podía salir a la calle y tomar un poco el sol, mirar a las personas en su ajetreo día a día corriendo de un lado a otro sin pensar en su alrededor, acudía a la Facultad para entregar tareas y no perder mis estudios. Antes de salir a la calle me aseguraba de maquillar mis cejas, ponerme pestañas postizas, usar un labial colorido, colocarme mi turbante y una gorra encima.

Recibí esa quimioterapia extra, y otros efectos más. Adormecimiento de manos, brazos y cara. Una sensación extraña… llegamos a urgencias. Ése lugar del hospital que jamás queremos pisar.

Un espacio pequeño donde las camillas se separan por tablones, puedes ver al paciente de enfrente y escuchar al de a lado. Las enfermeras van de un lado a otro, vocean a los médicos cuando un paciente entra en crisis, los médicos casi no se aparecen. Mientras tu esperas que ese malestar se vaya, mientras observas a tu alrededor, mientras quedas poco a poco inconsciente. Escuchas los sonidos alejarse poco a poco, lamentos, los sonidos de aparatos médicos, el bullicio, sirenas de ambulancia… esos sonidos de urgencias, sonidos que se van desvaneciendo junto con tu aliento.

De pronto mis ojos se sintieron pesados, pero mi cuerpo ligero.
Un médico llegó a mi camilla, me observó con duda e interés, observó mi expediente y tomó mi pulso. Corrió buscando un medicamento y lo colocó en el suero. Los minutos pasaron y el aliento recobró energía.
Ésa sensación tan cercana a lo que imaginamos muerte te remueve tu realidad, pero te concientiza sobre tu existencia.

Pasaron dos meses y el día de la cirugía llegó.
Una tarde antes firmé el consentimiento médico, y al final me preguntaron “No sabemos qué hallaremos en la cirugía, pero si el tumor aún toca las arterias tendremos que desarticular es decir amputar la pierna. ¿Nos autorizas?”
Sin pensarlo dije Si. Quiten lo que tengan que quitar pero no quiero ningún tumor en mi pierna.

Desperté de la cirugía y descubrí que efectivamente, quitaron el tumor.
Mi pierna continuaba.

Acudí a rehabilitación, aprendí a caminar de nuevo, aprendí a utilizar mi pierna nueva.
Y continué con los cuidados adecuados. Tenía que fortalecerme porque aun faltaban cuatro quimios. Esta ocasión me administraron Ifosfamida, y fue un gran respiro.
No tuve vómitos, aunque sí tuve náuseas el médico me indicó un medicamento que las controlaban.

Todo funcionaba bien.
Dos años después, en el año 2012 aún tenía 22 años y entonces ocurrió.
Un nódulo de 2cm crecía en mi pulmón. Lo detectamos a tiempo, era pequeño y operable.
Gracias a mis revisiones médicas y a la atención que presto a cada detalle de mi cuerpo logramos eliminarlo.

Lo impresionante de este tipo de cirugía es la capacidad que tiene el cuerpo para adaptarse a los cambios. En la cirugía de pulmón te colocan anestesia total, previamente te miden la apertura máxima de tu boca para determinar el tubo del respirador que colocarán hasta tus pulmones. Efectivamente, cuando realizan esta cirugía “desinflan” tus pulmones para poder trabajar y retirar el tumor. De esta manera, durante la cirugía respiras artificialmente. Colocan un tubo delgado en tu costado cerca de la última costilla, éste tubo servirá para drenar líquido del pleuro. Días después de la cirugía lo retiraron… y sí, fue muy doloroso. Pero rápido de retirar.

Nuevamente aprendí a respirar, mi cuerpo comenzó a adaptarse nuevamente al reajuste, mi pulmón volvió a su estado activo sin complicaciones extras.

Después de la cirugía me enviaron quimioterapia, indicaron tres sesiones de cisplatino.
Esas sesiones se transformaron en seis. Cada que acudía a consulta me decían “Una más”, una más porque todavía no estaba libre de cáncer.

Y yo pensaba “Sólo un poco más”.
Un poco más, hasta que el límite llegó.
Era la quinta quimio y yo ya no podía más. Antes de ir al hospital estaba en casa pensando, cómo decirle a mis padres que me negaría a es quimio. Mi cuerpo ya no resistía, lo sentía. En dos sesiones había recibido transfusión sanguínea porque mis plaquetas no alcanzaban el límite adecuado para recibir la siguiente quimio. Ya no podía una más.

Me escondí en el armario hasta que mis padres me encontraron, hablaron conmigo y dijeron que no podía retirarme a esas alturas. Sólo faltaba una más y todo terminaría.
Acepté.

Pasaron tres días después de la quimio y mi cuerpo respondió. Durante el día no podía descansar, no podía comer, mi cuerpo hormigueaba, mis articulaciones se contraían, estaba cansada.

Fuimos a urgencias, era la tercera vez que visitaba urgencias.
En esta ocasión fue diferente, esta ocasión mi límite alcanzó a mi vida.
Viví la experiencia a la que tenemos tanto temor, aguantamos cada día un poco más para sobrevivir. Sabemos que si soportamos un poco más día a día lograremos sobrevivir al tratamiento o al cáncer.

Pero en ocasiones sentimos los límites.
Ese día lo sentí, ese día ya no podía más, y no me sentía una perdedora, nunca pensé “Estoy perdiendo la batalla” Porque para mí no había batalla, no había guerra. Simplemente mi cuerpo llegó a su límite, di todo lo que estaba en mis manos, los médicos hicieron lo que podían hacer.

Sentía como cada parte de mi se apagaba, dolía, estaba asustada.
De pronto todo ese dolor se apagó. Ya no había dolor, ya no había miedo.
Quería descansar.

Así fue, el miedo desapareció y la paz llegó.
Justo en ese momento los médicos lograron medicarme, mi pulso, mi respiración, mi energía recobraron su estado.

Una de las cosas que el cáncer nos regala es justamente esto, ya no temo a la muerte.
Sé que el día que muera no habrá dolor y aunque la muerte puede ser la mejor experiencia que pueda vivir… Deseo vivir.

No importa las adversidades que vaya encontrando en el camino, no importa las náuseas y vómitos, no importa el cansancio, no importa el dolor, no importa el sin fin de veces que una aguja entre en mi piel… Si soportamos un poco más, estoy segura que valdrá la pena.

Pese a la enfermedad seguimos viviendo, algún día terminará.
Pero mientras termina, aun vivimos. A nuestro modo y a nuestro alcance.

El cáncer no ganó ni perdió.

Yo no gané ni perdí… Continué.

¿Cómo te das cuenta de que tienes cáncer?


Jamás tuve dolor, no tuve ninguna molestia en mi pierna. Hasta que el tumor fue lo suficientemente grande como para limitar la flexión de mi pierna.

Como platiqué en la primera nota, yo practicaba volleyball. Era realmente buena, mi estatura era un privilegio así como mis largos brazos. Si yo quería podía llegar muy lejos, podía visualizar los juegos olímpicos. Tenía todo, absolutamente todo para hacerlo. 

En uno de los entrenamientos teníamos que sentarnos sobre nuestros tobillos, no pude hacerlo. Mi pierna no podía flexionarse, no dolía.
Aunque sí fue frustrante no  poder hacer el ejercicio.

Cuando estuve en casa revisé mi pierna, noté "algo abultado" por debajo de mi rodilla. Lo toqué, ejercí presión con mis dedos y no sentí dolor. 

-Debe ser mi hueso.

Le mostré a mi mamá y Ella sí se alarmó,  dijo que no era normal y que debía ir al médico. Yo continué respondiendo que era mi hueso. ¡Vaya! siempre he sido muy delgada, eso debía ser un hueso.

Dejé pasar el tiempo. Muchas  personas podrán decir que es desidia.
Pero creo que, aunque no queremos reconocerlo, sabemos perfectamente que nuestra salud no está bien y no queremos escuchar eso.

Nuestro cuerpo nos envía señales, pero jamás las entenderemos si no aceptamos las posibilidades.

Por las mañanas me despertaba, desayunaba y me arreglaba para acudir a la Universidad. Cada día me despertaba contenta, tan feliz. Estaba estudiando Psicología, amaba cada clase, cada lectura, cada novedad, cada profesor y profesora. Realmente me apasionaba, tenía pocos meses de haber iniciado mi carrera.

Investigué acerca de los intercambios académicos. Podía viaja a Inglaterra a partir del cuarto semestre, debía ahorrar un poco de dinero, mi promedio tenía que ser muy bueno y tenía que aprender Inglés. 

Tenía buen promedio. Podría comenzar a trabajar. Sabía un poco de Inglés y a partir del siguiente semestre podría inscribirme a las clases de Inglés.

Claro... el siguiente semestre me "inscribí", a un Hospital; tuve un intercambio de un Hospital a otro; me "inscribí" a clases de medicamentos y quimioterapias, reacciones secundarias, niveles de leucocitos, plaquetas y linfocitos... En un semestre no sería la misma.

Además de estudiar dedicaba mi día a entrenar, dos horas de entrenamiento antes de las clases eran mi inyección de energía. Llegaba a casa cansada, muy cansada. Mis días eran activos, pero así lo quería. Quería acostumbrarme a tener varias actividades, creía que era una buena idea para prepararme para el futuro.... Jamás me imaginé las lecciones que viviría.

De pronto, comencé a escuchar comentarios sobre mi peso. Las personas comentaban que cada día me notaban más delgada. 

No quise dar la importancia que debía, las personas siempre hacían comentarios al respecto, siempre he sido delgada. Las personas observaban demasiado, opinaban demasiado.

En casa ocurría lo mismo, comenzaba a fastidiarme un poco. Pero aún con ello mi foco de alerta no se encendía, hasta que un día en la ducha escuché un sonido extra. Escuché que el agua caía y rebotaba cerca de mi hombro... de ahí venía ese sonido.

Me mantuve quieta y me concentré en averiguar el origen del sonido. Y lo hallé, el sonido era el agua que caía sobre un espacio, un hueco mejor dicho, un hueco que se formaba entre mi cuello y mi hombro, un hueco donde sobresalía la clavícula. ¡La clavícula!... mis huesos era visibles, sí era muy delgada pero jamás había visto mis huesos visibles.

Me asusté, me horroricé, me preocupé.

Le mostré a mi mamá, y confirmamos que en efecto había perdido peso. Quise justificarlo con mis actividades del día, mi alimentación descuidada y el ejercicio que realizaba. Aunque dudaba de ello necesitaba aferrarme a una idea que podía explicar esto.

Pero algo más ocurrió. 
En mis entrenamientos comencé a bajar mi rendimiento, ya no podía correr como antes, era muy cansado.
En el trayecto a casa me quedaba dormida en el transporte, mi trayecto duraba 2 horas, quizás  esto me cansaba más.

Mi salón de clases quedaba en el primer piso, llegaba a él casi sin aliento.

- Quizás necesito más condición física.- pensé.

Sin embargo, antes de salir a casa até mis agujetas de los tenis. Me agaché y cuando me enderecé necesitaba aliento ¡Estaba tan cansada!

¿Cansada de atar mis agujetas?... ¿Quién se cansa por agacharse?

Entonces las piezas del rompecabezas cobraron sentido, por supuesto que algo andaba mal.

Cansada, pérdida de peso y una protuberancia dura en mi pierna.

Y así fue como todo empezó... 

jueves, 9 de abril de 2020

El COVID-19 y nuestro sentido de vida.



Si es imprescindible salir a la calle,
toma las precauciones sanitarias recomendadas.





Cifras actualizadas al 8 de abril 2020, México.



Hace ya tremendo rato que no escribo por aquí... 
Ya era hora ¿No?


En mi casa, durante diciembre tuvimos  una bacteria llamada "Klebsiella pneumoniae", aunque hemos salido limpios en Enero continuamos teniendo algunos síntomas aún.

Así que nos consideramos un poco sensibles ante el estado de salud que el país ha anunciado.

Además en casa convivo con mis papás quienes tienen más de 60 años., y convivimos también con una pequeñita menor a 3 años.

Así que pensar en cuidarme no es un acto por el bien propio, sino un acto pensando en cuidar a quienes quiero.






Las cifras de coronavirus al día del 08/abril/2020 fueron: 

- 3 mil 181 casos confirmados
- 17 mil 209 casos negativos
- 9 mil 188 sospechosos
- 174 defunciones
- 29 mil 578 casos estudiados

**Somos más de 125 millones de habitantes en el país (INEGI, 2019).

De los 17 mil 209 casos negativos, debemos considerar que pueden existir falsos negativos y pacientes asintomáticos. Es decir, aquellos que son portadores del virus pero no presentan síntomas.


Antes de ir al grano, es importante tener las siguientes bases para aterrizar al punto final, así que no pares de leer. 

Bueno que si te aburre o te cansa, déjalo. 
No es obligatorio que mis palabras sean leídas por todo el mundo.

¡Aquí vamos!

Después de conocer el avance del COVID-19 en Europa y Asia, a México se nos ha dado la ventaja de accionar a tiempo. Así, la mejor opción ha sido quedarnos dentro.



Av. Reforma, en hora pico.
Ciudad de México/abril 2020.
Dejar nuestro México vacío en las calles, sin tráfico, con la vida nocturna sin luces en las avenidas, sin las prisas de llegar a tiempo en medio de un trayecto abarrotado de cientos y miles de personas con la misma prisa que nosotros.

Nuestro México con las calles en silencio y el ruido en los hospitales.


Llevando nuestra vida a nuestros hogares.
Y dejando nuestra rutina en pausa, sin saber si la reanudaremos pronto o nunca volveremos a la misma vía.

Y dada las restricciones por el bien de la salud pública, se han disparado dos tipos de grupos: quienes sólo pueden vivir al día y tienen la inminente necesidad de salir; y, segundo, quienes pueden restringir su actividades aunque sea a lo limitado de las condiciones.

A ninguno de los grupos se les puede juzgar, porque no se trata de juzgar.
Todo ha sido un combo que nos va llegando por todos lados y nuestra única certeza ha sido nuestra rutina. Misma que hoy ha quedado a la deriva.

Así que esto no es de juzgar, pero lo que nos compete a cada uno sobre cómo estamos viviendo ésta época sí es de reflexionar, preguntarnos, cuestionar, y en el mejor de los casos desechar aquello que nos ha arrasado.

¿Qué ha implicado quedarnos dentro?

En primer momento, creo oportuno dejar en claro que todo es un proceso, y como todo es un proceso entonces hay un A-B-C. Que si bien se adapta, no deja de ser un proceso:


Identificar y aceptar que existe un estado de emergencia. En esta ocasión, un estado de emergencia sanitaria a nivel mundial.
A nivel mundial se presenta la expansión de un virus de un país a otro, y es inminente que en algún momento nuestro país tendría pronto al menos un caso importado. Sin embargo, la percepción sobre la posibilidad de convertirnos en un país enfrentando un virus en este punto inicial parece ser muy baja ante la concepción de los mexicanos.

Incluso si somos testigos del alto porcentaje de muerte en los países que llevan afrontando la situación de emergencia sanitaria semanas antes que nosotros.


Certificar que el estado de emergencia sanitaria es real en tu entorno. 
Lo cual será complicado de creer dado que nos sentiremos alejados de cualquier peligro. Ya saben, aquellas creencias típicas de "A mi no me va a pasar", o si hablamos a nivel política social un "No existe, es un rumor del estado. Una cortina de humo." Y quizás existan otros mecanismos de defensa.

Por que eso son, formas inconscientes que nos ayudan a digerir la crisis de una manera más sutil o al menos mejor diluida.

A pesar de conocer menos de 5 casos confirmados en México y a sabiendas de que han tenido contacto con muchas personas (posibles casos confirmados en un futuro cercano) en medio de más de 125 millones de mexicanos, no aceptaremos la situación de emergencia que implican éste mínimo número de casos.

Y pese a ello estaremos al tanto de las actualizaciones en noticieros o redes sociales. Porque, queramos o no, algo en nosotros nos dice que existe la alta posibilidad de experimentar el mismo curso que los países ya infectados en Asia y Europa.

Si bien, se ha identificado una situación de riesgo sanitario y hemos sido receptores de información con datos duros y espectadores del estado de emergencia sanitaria en otros países,... nuestra negación ante los sucesos será la que alimente la idea de que no estamos en peligro.

Y pese a todo, sin darnos cuenta ya estaremos en un estado de alerta y la incertidumbre habrá iniciado.


Asumir la responsabilidad
Poco a poco, el número de infectados aumenta y se expande a otros estados, cada vez más cerca de nosotros hasta escuchar un "El primo de un amigo está infectado".
Uso de cubrebocas.



Sabernos como involucrados en la situación de emergencia sanitaria nos permite comenzar a realizar acciones al respecto. Tal como prestar atención a las indicaciones y reforzar hábitos de higiene, adquirimos gel antibacterial y cubrebocas para sentirnos protegidos en el exterior y sentirnos proactivos, osea que estamos haciendo aunque sea lo mínimo pero importante por cuidar de nuestra salud.

Basados en la información a la que tendremos acceso (fake o no), crearemos una realidad que dará por hecho una de varias posibilidades a corto y mediano plazo.

Y entonces comenzaremos a comprar papel higiénico al por mayor. Incluso si las fuentes confiables de información nos indiquen que no es una acción sensata.

Cada acción que signifique asumir responsabilidad respecto a la autoprotección de nuestra salud, estará basada en nuestra reacción emocional. El miedo y la impotencia de no poder hacer algo de mayor impacto o que nos de una solución inmediata.

Y en nuestro estado de pensamientos, que los psicólogos le llamamos "nivel cognitivo" estaremos teniendo: Incertidumbre, ideas catastróficas o por el contrario, incredulidad (si hablamos de duelo entonces nos referimos a una etapa de negación).


Saber la forma correcta para actuar
No somos personas que funcionamos en un entorno solitario.

Somos seres sociales que vivimos en la interacción de diferentes entornos. Somos parte de una familia, somos estudiantes, somos trabajadores, somos empresarios... somos parte de diferentes ambientes sociales. Y todos ellos se unen e interactúan.

Así que, aunque algunos se encuentren en un estado de ansiedad, incredulidad o negación, las indicaciones de todos los grupos a los que pertenecen moldearán las futuras acciones siguiendo la información sobre los protocolos de acción transmitidos por el estado a través de medios de comunicación.

Por lo tanto, si nuestro grupo define entrar en cuarentena, tendremos que hacerlo.

Pese a conocer los protocolos de acción en la fase en la que nos vamos moviendo, cada persona vivirá su propio proceso emocional y sus propios pensamientos (nivel congnitivo) respecto a la situación de emergencia sanitaria.


Actuar

Aunque estemos conscientes de la información que recibimos, estaremos viviendo en un proceso de asimilación de un nuevo estilo de vida derivado de la situación de emergencia sanitaria.

Así que tocará estar en cuarentena a aquellas personas cuyas actividades no sean esenciales. Y más tarde, se unirán poco a poco a la cuarentena nacional el resto de la población.

Y es a partir de éste punto que el impacto de la cuarentena comenzará a hacer efecto en cada persona.

De un momento a otro nos dicen que ya no podemos estar más en nuestra área de trabajo, de actividad o de labor.

O en caso extremo, los trabajadores del área de la salud estarán a un nivel de exigencia y estrés que puede sobrepasar tanto su estado físico como mental.

De pronto todo comienza a apagarse y estaremos en casa con las indicaciones sanitarias ya repetidas una y otra vez en las conferencias de la Secretaría de Salud.

Y pese a ello, no todos seguirán las indicaciones.
Porque repito, cada persona está asimilando la situación de una manera diferente y las necesidades son diferentes - recordemos que no todos tenemos las misma accesibilidad económica- . Y es éste punto el que lleva a ser más difícil el protocolo nacional sanitario.




Intervenir en la emergencia. 


En este sentido, corresponde actuar a las personas que están en contacto directo con una persona infectada.

Acción que también tiene una vía protocolaria, tanto para familiares o primer contacto con el paciente como el sector salud que corresponderá a atender al paciente.

Y si bien, en casa tenemos a un familiar o nosotros presentamos síntomas, las acciones a tomar es solicitar atención médica u oritentación en los datos compartidos.






Yo me detendré en el penúltimo punto. 


¿Recuerdas la tendencia social antes del COVID-19?

Independientemente de si crees que existe o no, o si asumes que estás exento o exenta de convertirte en un/a paciente...  tu estilo de vida ha cambiado.

Antes del COVID-19, tuvimos algunos años en un pensamiento flotante, a veces irracional, ensimismado con pinta de amor propio, revalorización de prioridades materiales y resignificación del sentido de vida.

Si soy sincera, estábamos perdidos. Bueno estamos aún, recordemos que todo es un proceso y a veces requiere tiempo.

Hace unos años era una posibilidad que no tardaríamos mucho tiempo en ver un incremento en la tasa de suicidios en jóvenes. Y en cuanto comenzó el incremento de la tasa de sucidios en México, parecía no parar... llevamos una década con este problema de salud pública. Y cuando las cifras aumentan en un sector específico, es porque  algo en común está ocurriendo. Es en los jóvenes donde el aumento se ha hecho evidente.

Y si, no soy bruja ni vidente pero en efecto esa tasa comenzó a crecer:

Principales causas, 2018
Estadísticas en período 2010-2017

A veces es difícil darse cuenta de tendencias que afectarán la vida y salud mental/emocional de las personas. Pero entender las causas nos ayudarán a crear métodos preventivos.

El tema del suicidio en México proviene de factores múltiples, y entre ellos (aclaro, no es el factor determinante) podemos intuir la manera en cómo las generaciones actuales asumen su sentido de vida, cuáles son las bases de su espiritualidad y también que significado vida asumen así como quiénes son: autoconocimiento, autoconcepto y autoaceptación.




¿Qué nos movía hasta hace unas semanas? ¿Lo recuerdas?

¿No se atascaban las redes sociales de nuevos sentidos de vida materialistas disfrazados de libertad espiritual?

¿Cuántos cursos, conferencias, talleres y "coaches de vida" nos ofrecían las claves para alcanzar la felicidad?... hablando de ellos, ¿Dónde están ahora?

Si, estrellados en la realidad como muchos de nosotros, como algo natural ante las circunstancias.

¿Cuántas veces compraron la mercadotécnica idea de "Viaja y serás feliz"?, ¡Jo!
Con mis disculpas anticipadas, pero vaya estupidez. Y me refiero a la idea, no a quienes la asumieron como parte de su forma de pensar. 

Todo fue creando una serie de eventualidades que parecían no agotar la imaginación de donde hayan surgido. la mayoría obsesionados con conseguir un estado de felicidad prolongado. Una obsesión que los hacía aterrarse ante un evento triste, de miedo o de vulnerabilidad. 

Esa obsesión por viajar y viajar, sin pensar en el dinero porque si alguien les cuestionaba éste punto tenían la respuesta ya plantada: "El dinero va y viene, pero los recuerdos felices se quedan por siempre".

O el también agotado "Viaja que al final la vida son recuerdos"... ay Dios mío.

Fue así como se comenzó a reducir el sentido de vida en una acción. Una acción que agotaba tu tiempo, energía, y recursos económicos. Una acción que te hacía presión sobre la imagen social que estabas construyendo de tí mismo/a. Una acción que al día de hoy te ha estrellado con una realidad más cruda.

Porque, así como los cuentos infantiles de la gallinita roja haciendo pan, o el de La hormiga y la Cigarra... Hoy son pocos quienes han construido una reserva para emergencias. Son quienes han pensado en que el Aqui y Ahora no es único, porque el futuro existe. Y tal vez morimos mañana, pero también podemos vivir muchos años más.

Y entonces viene la segunda idea también vendida: "El aquí y ahora"

Y ahí estábamos todos con el famoso Aquí y Ahora, viviendo el presente al máximo.
Agotador por cierto.

Era incesante y de sólo leer o mirar ya era agotador.
Sean sinceros con ustedes mismos, ¿Eran capaces de vivir el Aqui y Ahora tooodo el tiempo?
Puedo asegurarles que no, porque no se estaba entendiendo el sentido espiritual y profundo. Porque de pronto ese Aquí y Ahora iba de la mano de vivir al máximo cada día de tu vida... y terminabas obligándote a tí mismo/a a vivir en una eterna y cotidiana euforia. A esforzárte cada día por lograr un máximo.

Y es como en el deporte, si entrenas al 100% diario, o al menos 5 días a la semana terminas con contracturas musculares o una lesión. Así que, si estamos viviendo al 100%... ¿Qué esperas que ocurra?

Construías un muro de encierro entre estas ideas que venían siendo falacias.

Obligados a viajar todo el tiempo, a trabajar para gastarlo en viajes pensando que éstos mismos te darían un estado prolongado de felicidad, a obligarte a ti mismo/a a sonreír en cada instantánea, a no permitirte llorar o sentir dolor porque entonces no estarías viviendo al máximo o no serías fuerte o quizás traicionabas la otra idea top "Tu Actitud te define" o dicho de otra forma "La Actitud lo es todo en la vida" (¡Iugh! criminal esto).

Y hoy, ante una crisis sanitaria que arrasa con una crisis económica, te das cuenta que todo esa cortina de euforia no te ha dejado lo suficiente para subsistir con tranquilidad en un encierro incierto.

Durante un periodo atascado de todas éstas creencias, alimentado por "artículos científicos" escritos en sitios web sin precedentes confiables, coaches de vida que te cobran para enseñarte a ser feliz sin conocerte, con incluso una marea bombardeante de frases inspiradoras fáciles de escribir pero escasos de ponerlo en práctica y convertirlos en hábitos de vida desde lo más profundo de nuestro ser... Te ibas perdiendo y alejando de ti.

De pronto te cachabas en una ansiedad y estrés ingobernable, de pronto no podías creer que no eras lo suficientemente valioso/a para tener más de 100likes en tus redes sociales. No entendías qué más era necesario HACER para sentirte admirado/a por tus conocidos. Y veías venir la agobiante depresión, o ansiedad, o el no saber quién eres ni qué quieres, en sentirte perdido/a. ¿Qué más hacía falta por HACER? ¿Cómo conseguir más elogios? ¿Quizás intentando actos desesperados por conseguir más aprobaciones?

Sólo basta SER tú.

Y bastaba tu libertad espiritual.
Y antes de tu libertad espiritual, necesitabas reconocerte y aceptarte. 
Amarte, abrazar tu vida con todo y los altibajos.
Vivir tus vulnerabilidades e incluso pidiendo ayuda.


Por eso hoy, en ésta crisis nos estrellamos a nuestra realidad.
Algunos continúan la misma línea de aquella membrana que no sabemos si soportará lo que viene. 

Hoy nos daremos cuenta que no son las fotografías, ni frases expresadas por pensadores y espirituales, ni clichés modernos los que nos harán libres aún en el encierro.

Hoy nos daremos cuenta que todo se reduce a lo más mínimo, a acciones simples, a privacidad, a calidez, el tacto, la cercanía, el núcleo de nuestra existencia como la familia, a lo más primitivo y antiguo. A lo más esencial.

Ésta crisis sanitaria y económica no te hará mejor persona, no será "Una adversidad más en nuestra vida qué vencer y salir evolucionados". No estás obligado/a a ser una mejor persona, porque no estamos aquí para subir como espuma.

Porque no estás aquí para competir por ser mejor que ayer ni ser mejor que los demás.
No somos un experimento de Darwin. 

Entiéndase que la vida agarra parejo. Que aunque seas mejor que ayer no te hará libre en la hora de tu muerte. Que debes liberar tus pendientes para descansar en paz... No no no.

No va por ahí.



¿Sobreactividad como sinónimo de bienestar?

Recién inició la cuarentena, las redes sociales se obsesionaron con "hacer hacer hacer hacer", no había otra cosa más que videos de cómo hacer SOBREactividad en casa. 


Ninguno hablaba del descanso, o el hacer nada...¿ O, si?

Había una angustia tremenda, por ejemplo el sentido de vida fitness;se estaba hundiendo. Porque así como los viajes, los gimnasios también se transformaron en otra fuente de oro para conseguir la felicidad o la validez de la vida.

Recomendaciones para llevar a cabo en casa y en familia.
Y ahora que no estaba al alcance, el sentido de vida se había derrumbado para muchos. Y los actos desesperados por crear alternativas para seguir Fitness brotaban no sólo en nuestro espacio personal sino que era -ya no necesario- vital hacer que el mundo viera que nuestro sentido de vida no estaba del todo derrumbado.

Y no digo que la actividad no debe estar presente en ésta época, es sano tener una rutina nueva, horarios, actividades EN FAMILIA, espacios privados, momentos de descanso o días de descanso. La actividad es importante y sana, si.  Pero no en sobremedida. No bajo una autoexigencia. No como una fuente que define quién eres tú.


Después de esta ansiedad hasta eufórica por mantenernos activos, vino una ola de tomar éste periodo como una adversidad más en la cual salir fortalecidos. Y entonces surgían hipótesis a cerca del significado de tu persona si no aprendías algo nuevo en este período, o si no hacías algo, lo que fuera pero algo a fin y al cabo.

Comienza la masacre del significado del "yo". Porque si no HACÍAS ALGO, entonces surgen los adjetivos calificativos como " eres flojo/a", "te quedas en la mediocridad", "No caigas en depresión", "no te pongas límites" (amo esta falacia de que los límites no existen, cuando están ahí... pero bueno), "haz de tu tiempo algo productivo", y supongo hay más que ya no recuerdo.

Así que pasamos de la tremenda estrellada de la realidad a una euforia desenfrenada y después a la agotadora resignificación de quienes somos según lo que hagamos en este tiempo.

¿Lo ven? Hacer, Hacer, Hacer, Hacer, Hacer... Y ¿Cuándo viene la calma, la paz?
¿Cuándo dejamos de hacer ruido para escuchar o ver o sentir la vida?


Todo esto me lleva a un punto, somos un país en duelo.
Y además, explotando la olla exprés, con toda la tremenda catarsis.

Y nos aferramos a no soltar todo en lo que habíamos depositado nuestro significado del ser, nuestro sentido de vida y nuestras herramientas para vivirla.
Y todo ello lo habíamos depositado en algo externo.

Nos hemos quedado al desnudo.

No digo que sea un error luchar por aquello que nos ha costado esfuerzo, energía, inversiones al final de todo. Lo que digo es que no deposites en lo externo el significado total de quién eres, tu sentido de vida, tus principios, tu espiritualidad.

Una cosa es quién eres y otra es qué haces.
Y lo que haces no define al 100% lo que eres, pero lo que eres sí definirá lo que harás en situaciones de turbulencia y en situaciones que requieren quietud.

Y no, no tienes la obligación ni el compromiso de salir evolucionado/a de ésta crisis.
Porque al final de todo, necesitas energía para saber cómo sobrevivir, y llevar nuestra vida a lo más elemental. Y lo elemental no necesariamente te convertirá en mejor persona que ayer. Lo elemental te permitirá simplemente vivir.

Aprendamos a distinguir los momentos para quedarnos en una zona de confort, los momentos para no gastar energía. Aprendamos a elegir nuestros momentos de lucha y aquellos que no son necesarios.


Sé libre, ama.

No me importa si el día de mañana eres un "mediocre" o un "no evolucionado" o decepcionas a Darwin. No importa.




 Te quiero libre y en paz.
Te quiero sano. 



miércoles, 9 de enero de 2019

Metas realistas






🔸Poco a poquito; Paso a pasito🔸
Si una de tus uvas fue "Ser feliz " o "Viajar mucho" tienes que leer.

Precaución!! Leer con mente abierta y tu defensiva abajo:



            
      ✔ Para empezar....

- Deja de creer que tu función en la vida es hacer cosas grandes, que cada día es un reto y que siempre debes estar con el positivismo bieeen arriba!!!


       ✔ Para aterrizar....


- Tu función en la vida es vivir. 
Y vivir implica un poquito de todo y no un espejismo de una vida perfecta sin angustias ni tristezas, sin preocupaciones ni enojos.



- La vida no es un reto. Si fuera así, estarías luche y luche y luche.

Siiii, ya sé ésta visión es una tendencia en redes sociales.


No todo debe ser un reto, nuestra cotidianeidad a veces es más simple que un reto. Y esa simplicidad nos ayuda a hacer más llevadera la vida.


- La vida no se centra en la dualidad pérdidas/ganancias. 

Útimamente se asimilan las pérdidas como oportunidades de crecimiento espiritual y las ganancias como una demostración de nuestras mejores virtudes.... y terminamos cerrando nuestro mundo entre ésta dualidad.

No es mentira pero tampoco es lo único en la vida; no es lo que te llevarás al momento de tu muerte.

Ésta dualidad nos lleva a tener poca tolerancia a la frustración y a generar una visión hedonista bastaaante irracional.


- El positivismo a todo lo que da!!! 

Y qué hay de la tristeza y el enojo? Por qué la insistencia en designarlas como emociones negativas? Ven nuestra tendencia hedonista?
Nuestra dualidad de Bueno/Malo?


Qué desgastante es esforzarse caaaada día por evitar sentimientos de desánimo! Por querer siempre "Ver el lado positivo" o de una visión utilitarista "Es tóxico para mi, no me sirve"

-A veces del enojo surgen ideas.

-De la tristeza nace incluso la motivación para cambiar. 
-O del miedo surge el impulso para protegerte y sobrevivir....


Dónde está lo negativo? Lo tóxico?

O bien, nuestra idea del positivismo es un poco Hollywoodense y tipo mundo Disney... O, es una negación que nos lleva a falsas fantasías. 

¿Qué harás  cuando éstas esferas de fantasía se rompan? Estás preparada/o para viajar entre estos mundos de fantasía y realidad. O sólo te quedarás en uno de esos dos mundos? 

             Que tus propósitos sean taaaan tuyos que no tengas que compararlos con los de nadie más. Que los valores tanto que no tengas que ponerlos a competir con los propósitos o logros de los demás.

Toma tu tiempo. Establece propósitos conforme a tuuus intereses, no te dejes llevar por los estereotipos. Si tus propósitos son acerca de una meta muy grande, procura dividirla en pequeños pasos para que vayas cumpliendo uno a uno. Mentalízate que te llevará tiempo y que no siempre tendrás resultados inmediatos.

Asume tú responsabilidad. Si fallas en algo, no culpes a los demás. Si tus metas no las alcanzas como quisieras... NO CULPES A LOS DEMÁS .

Asume lo que a ti te toca. Busca las posibles alternativas para lograr lo que quieres. Si no es por un lado, será por otro. Pero jamás a expensas de los demás.

                              Sé tu mismo/a!!!

                       Que la vida de los demás 
                            No definan la tuya 

Y por favor! Esa energía que usas para quejarte, úsala para hacer lo que tengas que hacer!