En 2008 me diagnosticaron un tumor de hueso en el fémur izquierdo, tenía 19 años.
En aquel entonces estudiaba el segundo semestre de mi carrera. Formaba parte del equipo de volley-ball de mi Facultad.
Mis planes en ese momento se enfocaban en practicar volley-ball a nivel Nacional, aprender inglés para estudiar un semestre en el extranjero, conseguir un empleo para rentar un departamento, y por supuesto disfrutar de mis amistades.
Durante un entrenamiento tuve dificultad para flexionar mi pierna, "algo" que sobresalía por detrás de mi rodilla impedía la flexión. Pero no me alarmé porque no dolía.
Mi mamá se alarmó al ver la protuberancia, "no era normal" decía ella. Yo creía que, quizás, era la forma de mi pierna- A esto le llamó negación de lo visualmente obvio.
Así que asistí al médico, y entonces comenzó la larga travesía de las visitas a hospitales.
Primero fue el médico general, después continué con la valoración del médico ortopedista local, enseguida fui enviada al Hospital de especialidad.
Fue en este Hospital donde pasé más tiempo que en mi facultad.
¡Es cierto! La facultad....
Durante este peregrinar, aun, no dejaba la escuela.
De hecho jamás lo hice.
Después de la Biopsia acudí a la consulta especial. Esa consulta donde sabes que recibirás la Gran noticia que ya sabes pero que aun niegas. Imaginas una escena de televisión con la famosa frase llena de suspenso y con el rostro fingido del médico al dar la noticia: "Usted tiene cáncer".
Pero no, mi médico jamás fingió ningún gesto y mucho menos fue dramático.
En realidad le gustaba mi caso.
En el consultorio estaba él con al menos tres residentes y una enfermera.
Después de ver la placa de Rayos X llamó a un segundo médico para discutir si era "pareostal" o "distal"... Estaban justo enfrente de mi discutiendo sobre palabras que sonaban a jeroglíficos. ¿Han escuchado cómo suenan los jeroglíficos? Como imágenes extrañas con voz, es como escuchar imágenes.
Regresando a la consulta. Estaba esperando que me miraran a los ojos y me integraran en su fabulosa conversación que por algún motivo tenía apasionados a estos dos médicos, confundidos los residentes e ignoradas a la paciente y su madre.
Entonces, mi médico tomó asiento, siempre tan serio y con una postura impecablemente rígida, realizando un extraño ritual para firmar las órdenes médicas. El consultorio absorbió tremendo silencio, los residentes sólo observaban la escena, la enfermera que iba y venía había desaparecido, el médico invitado a discutir sobre aquellas extrañas palabras se había retirado después de dar su veredicto- el cuál había sido "pareostal"- mi mamá sentada junto a mí, asustada y atenta.... siempre atenta, y yo sentada frente a él.
Entonces, dejó de firmar y dirigió su rígida postura hacia mí. Y dijo:
- Rocio, de acuerdo a los estudios y la biopsia que te realizamos identificamos un osteosarcoma distal en tu fémur izquierdo maligno, las opciones de tratamiento son tres. La primera es retirarte el tumor y realizarte un alargamiento de hueso, te colocaremos un aparato con clavos que permitirá que tu hueso crezca, pero tu pierna quedará fija sin movimiento; la segunda opción es retirar el tumor con el fémur y colocarte una prótesis; la tercera opción es la más común y es amputar la pierna. ¿Qué decides?-
Vaya.
No sabía qué era lo que más me había impresionado.
Mientras él daba su gran discurso expresado con autoridad y seguridad... yo ponía atención a esa manera de expresar, limpia y sin titubeos, presté atención a las diferentes opciones que me ofrecía y todas hablaban de cortar algún pedazo de pierna. Todas las opciones bloqueaban a sangre fría mis planes, absolutamente todas las opciones me arrebataban todo lo que en ese momento tenía.
Al escuchar "¿Qué decides?", reaccioné y volví a la conversación.
Mi respuesta fue:
- ¿Con cuál de esas opciones podré correr y saltar? Estoy practicando volley-ball y necesito elegir la mejor opción.
Claro está que no fue la mejor respuesta, no era una respuesta que nadie en esa habitación esperaba escuchar.
Tal vez esperaban un mar de llantos, una mamá histérica gritando "¡Salven a mi hija!", o un famoso "¿Cáncer? ¿Tengo cáncer?", o bien una exclamación como "¡¿Amputación?!, No quiero que amputen mi pierna."
Esas respuestas deben ser tan comunes, ¿Cuántas respuestas escucharán los muros de los consultorios?, ¿Cuántos llantos llenos de miedo, angustia y furia?, ¿Cuántos silencios?.
Imagina el rostro del médico cuando escuchó mi respuesta, y como cualquier un médico rígido con voz rígida, tuvo una respuesta rígida:
-A ver Rocio, entiende que ahora eres paciente de este hospital, ya no eres estudiante, ya no eres una deportista, ahora eres paciente y necesito tu decisión para continuar con el tratamiento-
"¡Uy!, el médico se enojó", eso pensé.
Aunque en realidad, aún con mi tranquilidad, mi serenidad, mi postura relajada y sin mirar a mi mamá... Yo estaba en shock. La dimensión de todo aquello que el médico explicó con fluidez y seguridad, rebasó mis sentidos.
Necesitaba ese reclamo para volver a la realidad y tomar decisiones sobre mi cuerpo. Así que le pedí que me explicara a detalle cada una de las opciones. Claro está que un médico como él espera una respuesta sin dar previas explicaciones, entonces los residentes entraron en ¡Acción!....por fin.
Los residentes sólo miraban a uno y a otro, callados aprendiendo a dar malas noticias y a pedir respuestas del paciente. Lo que en ese momento era sorprendente para ellos, más adelante lo haría con frialdad, con cotidianeidad, de manera tan habitual que el dolor, tristeza, angustia y furia serían respuestas normales para ellos.
Así que, pasé a la camilla y uno de los residentes me explicó con tanto detalle que dibujó cada uno de los procedimientos. Y aun así continuaba preguntando "¿Con cuál de estas opciones podré correr y saltar?". Yo sabía la respuesta, estaba segura de ella, pero no podía formularla en mi mente. Necesitaba escucharla, que alguien pudiera pronunciarla, sólo decirla.
-Ninguna.-
Sólo bastó esa respuesta para que yo tomara la decisión y eligiera la prótesis.
Mientras el médico le indicaba a mi mamá las citas que tenía que realizar, los procedimientos administrativos para programar mi hospitalización, me reincorporé y compartí mi elección.
El médico aliviado por tener una respuesta, independientemente de mi estado emocional, continuó con su discurso nuevamente rígido:
-Muy bien, entonces, debido al tamaño del tumor te canalizaremos al Hospital de Oncología donde recibirás quimioterapia para disminuir el tamaño del tumor y poder retirarlo sin dañar las arterias. Te entregaré la hoja de envío [Mirando su elegante reloj] Es buena hora, puedes acudir hoy mismo.-
¡Wow! ¡Alto!
¿Dijo....Oncología? ¿En qué momento me dijeron que tengo cáncer? Alto, no. Esto ya no trata de hueso, ni amputación, ni prótesis, ni aparatos extraños en mi cuerpo.... ni todo ese discurso de "No eres estudiante ni eres deportista" ¿En qué momento pasé de una especialidad a otra?
¿A cuántos médicos les hace falta una clase de "Dar malas noticias" en su carrera?
Debería incluirse como materia obligatoria, tienen al menos 5 años para estudiar medicina, ¿En esos 5 años no existe algún año donde les recuerde ese sentido humano y empático para dar malas noticias?
¿En qué momento les dijeron que ser un Robotin hará que la noticia sea menos dolorosa para el paciente y para ellos?
No quiero que un médico me de terapia, pero si quiero que me mire a los ojos mientras pronuncia cada palabra y al final me indique con quién debo acudir para amortiguar cada noticia.
Si para ellos es desgastante dar este tipo de noticias tan seguido, entonces ellos también podrían apoyarse en algún experto para solucionar estos conflictos internos. ¿Qué culpa tiene el paciente?
En fin.... era una adulta de 19 años despidiéndome del deporte, despidiéndome de un pedazo de hueso para recibir una prótesis y escuchando casi al final de la consulta que sería enviada a Oncología.
Es como recibir golpes tras golpe y el golpe sorpresa. ¿En qué momento puedes asimilar, pensar, sentir, entender?
-¿Oncología? Pero, eso es cáncer ¿No?- Respondí con el cuerpo frío, la respiración suspendida, la mente en blanco, y una mamá asustada a un lado.
-Sí, y tienes que acudir lo antes posible para poder continuar con tu tratamiento.... Nos vemos en unos meses.- Y con esto terminó la consulta.
Mi mamá y yo nos levantamos, le extendimos la mano para despedirnos mientras pronunciamos un "Gracias."
Gracias...nota importante, jamás pierdas el agradecimiento. Aunque parezca absurdo. Aunque no estés pensando y estés flotando en lugar de caminar, qué más da. Los siguientes meses sólo flotarás.
Salimos del consultorio, en silencio. ¿Qué acaba de ocurrir ahí adentro?.
Mi mamá realizó los trámites que el médico, muy puntual, indicó.
Después quedaba sólo un trámite por hacer, miramos la hoja de envió al Hospital de Oncología. Nos miramos, y le pregunté "¿Oncología?".
- Si, Oncología, Vamos.- Ella respondió, firme y segura, aunque con esa mirada que vemos en cada persona que sale de esos consultorios después de recibir malas noticias.... esa mirada que más tarde veríamos a diario. Esas miradas que más adelante sabríamos identificar con exactitud lo que pacientes y familiares habían escuchado en esos muros.